
“Mi tía Panchita era una mujer bajita, menuda, que peinaba sus cabellos canosos en dos trenzas, con una frente grande y unos ojos pequeñines y risueños. Iba siempre de luto, y entre la casa protegía su falda negra con delantales muy blancos. En sus orejas, engarzados en unos pendientes de oro, se agitaban dos de mis dentezuelos de leche.
Quizá por esto soñé una vez que yo era chirrisca como un frijol y que estaba suspendida de un columpio de oro asegurado en una de las orejas de la tía Panchita. Yo me columpiaba y hacía cosquillas con los pies en su marchita cara, lo cual la ponía a reír a carcajadas. Ella solía decir que los tenía allí prisioneros, en castigo de los mordiscos que hincaron en su carne cuando estaban firmes en las encías de su dueña, quien solía tener tremendas indiadas.
(…)
Ella fue quien me narró casi todos los cuentos que poblaron de maravillas mi cabeza. Las otras personas de mi familia, gentes muy prudentes y de buen sentido, reprochaban a la vieja señora su manía de contar a sus sobrinos aquellos cuentos de hadas, brujas, espantos, etcétera, lo cual según ellas, les echaba a perder su pensamiento. Yo no comprendía estas sensatas reflexiones. Lo que sé es que ninguno de los que así hablaban logró mi confianza, y que jamás sus conversaciones sesudas y sus cuentecitos científicos, que casi siempre arrastraban torpemente una moraleja, despertaron mi interés”.
Carmen Lyra
Desde el aro en la oreja de la abuela, una niña que se mece escucha atenta las historias que hace tiempo de otro lugar posible, ahora hechas nuestras por las voces de los ancianos. Así, mientras el zarcillo se balancea, nos relatan que una cucarachita se encuentra una moneda y con ella la alegría de hacerse un compañero, o la buena fortuna de aquel que, sin mucho talento, logra con astucia sorprender al más estudiado. También la ingenuidad del campesino que con buena intención ayuda a componer una canción para las brujas. En La suegra del diablo y otros cuentos latinoamericanos, se unen historias y personajes que acompañaron y seguirán acompañando a varias generaciones a través de la literatura fantástica latinoamericana.