La prosa en Salsa y control es densa, saturada. Hay malandreo, pero también hay lirismo de alto vuelo e imágenes abstrusas. Sin embargo, antes que una exhibición de estilo, o una experimentación formal, esa multiplicidad de recursos empleados (esa fusión), parece imprimir toda su fuerza en dejar huella; en darle al Caracazo, y a historias repetidas en los barrios caraqueños desde hace décadas, un lenguaje que las convierta en posteridad. Duque funde el lenguaje (como la salsa es fusión) para levantar un monumento a los humildes, a los protagonistas de la historia venezolana que no tienen nombre.
Salsa y control
Aunque fue publicado en 1996, Salsa y control fue escrito en los años cercanos al Caracazo, esa insurrección espontánea, apoteósica, con que inició la Revolución Bolivariana. Escritos en una prosa densa, saturada y marcada por la hibridez y la intertextualidad, estos relatos del barrio Camboya y del sacudón de 1989 dejan ver, más que una exhibición de estilo, o una experiencia formal, una fusión que imprime toda su fuerza en darle al Caracazo, y a historias repetidas en los barrios caraqueños desde hace décadas, un discurso que los convierta en posteridad. Duque funde el lenguaje (como la salsa en fusión) para levantar un monumento a los humildes, a los protagonistas de la historia venezolana.