“Intuí que a los pobladores les gustaba contar sus vivencias y mucho más si alguien las tomaba en serio y decidía realizar el trabajo de transcribirlas. La gente se sentía muy útil e importante. Mas pese a que no todos los estómagos tolerarían el amargor alojado en cada historia, me repetía que lo mejor era alimentar el alma, cada lunes de la semana, con la parte oscura de la tristeza que escondían las palabras en la mayoría de las historias.
Cada día me identificaba con nuevas palabras y nuevas impotencias. El hecho de saber que cada historia era un pedazo muy sensible del cuerpo social, me hacía estar al lado de tanta gente, sobre todo, de aquellas a las que el dolor más le apolillaba el corazón.
Comprendí que todo aquel ser consciente y en condiciones de decidir en justicia sobre la vida y la libertad de los demás se obligaba a conocer con devoción el modo de vivir de los seres humanos, no solo los del entorno, sino también el de los que moran en la llanura; y mucho más el de los que viven en un estado de permanente indefensión”.
La última montonera
Con esta novela de ficción histórica el autor hace un importante aporte para profundizar la comprensión del atropellado siglo XIX en Venezuela. Se enmarca en los llanos venezolanos de Apure, Guárico y Barinas, desde la perspectiva de un hombre del pueblo, Juan Montuno, quien había participado en la Guerra Federal con Zamora y quien formara parte de la última montonera. Acá se exponen las motivaciones que, durante el gobierno federal, empujaron al pueblo venezolano a continuar alzado en armas tiempo después de las guerras independentistas y muerto Simón Bolívar, lo que se conoció como las montoneras, estableciendo un perfil de los personajes políticos más resaltantes de la época para derivar en un juicio ético sobre los que vendieron a los intereses de la oligarquía las conquistas alcanzadas por el pueblo y su líder.