“Hay quienes piensan que asesinar es cosa de locos, asunto de brutos, de bestias, y meten a todos los asesinos en el mismo saco; creen, por no saber distinguir entre la creación artística y la repetición artesanal, que todos los asesinos son unos criminales. Pero qué vamos a hacerle, es cosa bien sabida que el mundo está lleno de ignorantes y es natural que el ‘sinsentido común’ sea incapaz de digerir lo delicado y riguroso que uno debe ser en el oficio de asesinar. Vale mencionar el cometido altruista que caracteriza a los asesinos de mi especie, cuestión que me llena de orgullo, porque soy parte de una casta de verdugos especiales. Además, sin querer ser pedante, estoy convencido de que yo he sido uno de sus exponentes más virtuosos. A las pruebas me remito: más de treinta años liberando almas con un ingenio exquisito”.
Compulsiones y rituales
Unas fascinantes crónicas del desencanto: así podríamos describir estos relatos vibrantes del escrito chileno-venezolano Agustín Díaz Péndola. Habría que recurrir lugar común y decir que despliega “un cosmos muy particular”, pero el discurso narrativo de Agustín Díaz nos coloca frente a pequeñas aventuras que terminan siendo desafiantes ante la molicie de los días, aventuras del marchitar y la desazón. Quizás no haya forma de descifrar algunas cosas en sus cuentos, pero sin duda no hará falta, porque en ese “no descifrar” muy probablemente el lector hallará un espacio para hurgar una vez más en los misterios de la condición humana.