“Vemos el acto de publicar un libro sobre estos dibujos realizados por indígenas yanomami y su puesta en circulación en los circuitos de consumo artístico de Venezuela, como un acto de apertura estética e institucional que valoramos en muy alto grado. Publicar libros sobre arte es contribuir a marcar la pauta en las maneras de ver y apreciar el arte en generaciones de venezolanos. En la Venezuela actual es pertinente propiciar el acceso a publicaciones de arte con elementos que contribuyan a una correcta contextualización de la mayor cantidad posible de manifestaciones estéticas hasta ahora obviadas por crítica canónica.”
Isabel Huizi Castillo
Con tres trabajos expuestos por primera vez en 1982 –según Antonio Pérez, antropólogo que obtiene la muestra–, Dibujo yanomami compone la expresión gráfica y cosmogónica de Cirilo, Torero y Diógenes, indígenas pertenecientes a este pueblo amerindio. Respetando las normas culturales milenarias, el pueblo yanomami adopta nombres criollos para mantener el tabú que reviste su verdadera identidad; así lo explica Isabel Huizi Castillo en el preámbulo de la obra.
Como “simple intermediario” se autocalifica el compilador, afirmando que la gratitud y el azar constituyeron el marco de posibilidad para poder disfrutar de estas piezas. Aquí el lector- espectador podrá ver la singularidad de un parte “diferente”, que suscita grandes polémicas sobre la autonomía del arte en el mundo occidental; un arte que revoluciona y trastoca los conceptos más academicistas, al romper con preceptos que enmarcan estilos, lineamientos y preferencias convencionales. Quienes prepararon esta obra apuntaron, precisamente, a que se contemple con ojos que no vean desde la diferencia, desde la clase social en el sentido capitalista; por el contrario, la publicación es una apertura estética e institucional ante “lo otro”, logrando una contextualización equilibrada del ser artístico a través de formas creativas alejadas de modos de producción y narcisismo. La cultura yanomami es una de las más documentadas a nivel visual; bastante se le ha estudiado y fotografiado, pero siempre desde la mirada del “hombre blanco”. Por tal razón, aquí se procura proyectar otra perspectiva: una ventana desde la que se intente un acercamiento a lo que nos dice la mirada del pueblo yanomami.
