
“Si de repente, en fin, la voz alzara
Naturaleza, y estas reprensiones
A cualquier de nosotros dirigiera;
“¿Por qué ¡oh mortal! te desesperas tanto?
¿Por qué te das a llanto desmedido?
¿Por qué gimes y lloras tú la muerte?
Si la pasada vida te fue grata,
Si como en vaso agujereado y roto
No fueron derramados tus placeres,
E ingrata pereció tu vida entera,
¿Por qué no te retiras de la vida
Cual de la mesa el convidado, ahíto;
¡Oh necio! y tomas el seguro puerto
Con ánimo tranquilo? Si, al contrario,
Has dejado escapar todos los bienes
Que se te han ofrecido, y si la vida
Te sirve de disgusto, ¿por qué anhelas
Multiplicar los infelices días
Que en igual desplacer serán pasados?”.
De la naturaleza de las cosas
De rerum natura (De la naturaleza de las cosas) es la concepción del mundo de un poeta y filósofo romano en la primera mitad del primer siglo antes de nuestra era. Su declarado propósito fue el de liberar a la humanidad de los atávicos miedos inspirados por la religión, probando que el alma es material y mortal y que, si los dioses existen, nada tienen que ver con el destino humano, ya que no pueden intervenir en el mismo ni para bien ni para mal. Es una exposición de la teoría atómica de Epicuro, basada en la física de Demócrito según la cual el universo es una composición de átomos y vacío. Pero para ello, Lucrecio tuvo que afanarse en un denodado esfuerzo para volcar en versos la prosa abstracta de Epicuro, en una época en que el latín no poseía aún un vocabulario filosófico, tomando palabras de uso común y aplicándolas a aspectos técnicos o crípticos; inventando palabras o expresiones por comparación o analogía. Su extensa como profunda cultura le permitió abrevar en los griegos y en sus propios compatriotas, tomando el hexámetro que Ennio había introducido al latín y dejándolo dúctil para que Virgilio lo perfeccionara.