“Ciudad de circulación celeste, marcada por el neón, invención veloz del concreto presentado. Y pasan mil faros más. Mil faros más. Por arriba, por su cabeza, el culo de los automovilistas sobre su cabeza, mi cabeza cortada por guardafangos, ahita de humo de escape, tres neumáticos contra ella, gomas, ruedas, gomas, inflección respiratoria, todos los mecanismos hidráulicos, las cabezas de las gentes implorantes y abobadas por los anuncios, usted o yo, cualquiera, así, con los brazos en cruz, ofendido, saltando como animal por entre las líneas blancas que acogen al peatón, pobre, desabrido, con el gran rostro de imbécil y el agente que levanta contra usted un brazo así, que levanta el otro así, monigote con el seso volado a pitazos mientras los autos nos embarran, grasa asquerosa, humo, papeles, mierda, rito y devoción del tetraetilo de plomo que nos embarga cada día”.
Asfalto-Infierno
“Hoy leer Asfalto-Infierno es una apuesta por rescatar la irreverencia ballenera, esa que navega en búsqueda de la vida que bulle entre la bondad y el horror. Significa también recuperar el ideario de nuestras vanguardias, de nuestros propios relatos subversivos, imaginarios potentes y esclarecedores que mucho nos dicen de la historia cultural y política de Venezuela.
La gran sátira ballenera logra su clímax en Asfalto-Infierno y nos hace reír, reímos con los juegos geniales de una complementariedad total entre imagen y palabra, una puesta en escena textual que nos obliga a reflexionar mientras comprendemos la profundidad de la putrefacción que rechazamos, que debemos rechazar, para provocar otra cosa, otra atmosfera, otra posibilidad. Termina Adriano en ‘Manifiesto’ empujándonos al descampado, al patiecito, al aire restituido. Sin ladeos ni suspiros, nos dice: ‘llega la hora de pedir casi a gritos un rincón sombreado por mariposas salvajes’, la hora de sublevarse y desordenarse, la hora de que al fin, después de tanta furia y asco, acontezca la vida.”
Giordana García Sojo