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La voz busca una boca donde estirarse en ráfagas una lengua para precipitar el derrumbe de las palabras abismo abajo hacerlas girar en la uña y no en el hueco del labio sino en el labio la voz la voz que cuida sus últimos vestigios para señalar el nacimiento de la oreja en uno cualquiera de los cuatro puntos cardinales la voz nexo de los amantes en el sitio necesario allí flotando para crear el sitio la oreja además los amantes la voz insecto que agita sus alas viscosas por toda la extensión del antebrazo que sube para hacerse a su medida una cara estimable y luego salir de ella volando moscacadáver, tú me llamas. –En seguida voy, puede ser mi padre o mi madre o bien mis amantes– y mis pasos resonaron hacia atrás como si alguien por error los hubiera tomado y, de inmediato, equivocadamente, los hubiera colocado en sentido contrario, en sentido contrario.
“Este libro tiene el perverso encanto de las cosas raras, de aquello que siendo parte de un conjunto atrae la mirada indiscreta incluso del observador más prudente, porque algo le sobresale, alguna materia distinta le permite llevar bien definido el calificativo de peculiar.
Si pensamos que esta obra forma parte de las publicaciones de El Techo de la Ballena, que vio la luz en la época en que con más energía el grupo daba coletazos dentro del picado mar político-cultural venezolano, y si reconocemos además como características esenciales de las obras cetáceas la ironía intelectual, el desenfado y la estridencia estética, este poemario nos permite entender por qué algunos críticos consideran a Francisco Pérez Perdomo una de sus voces centrales; pero también nos propone admirar las particularidades que lo revisten de extrañeza.”
Yanuva León