
Bashō, Busson e Issa
Tan utópicas son las posibilidades de alcanzar a comprender de “manera total” la esencia de un haiku, que la tarea de tentar su explicación debe equilibrarse con
las excusas que esta pretensión supone. Desde ya que el abismo existente entre un oriental y un occidental, por lo menos en su manera de aprehender y explicar el mundo y las cosas, es suficiente como para admitir un punto de partida completamente disímil. Un haiku es poesía pura, ajena a los engranajes meramente intelectuales que estructuran un poema. Y, sin embargo, para acercarnos a su sentencia deberemos asistir al proceso de integración y desmenuzamiento fatalmente implícito en lo racional.
Más que severa o austera, la forma del haiku es decantada, destilada, y de allí su extremo refinamiento espiritual y estético. Algunos haikus se nos presentan como meras descripciones de la naturaleza en tres trazos breves, escuetos, decantados por la actividad contemplativa del poeta, la descripción de un instante del mundo visible. Vistos así, estos haikus parecen, a veces, demasiado ingenuos para nuestro gusto occidental. Sin embargo, detenidos sobre ellos, en calma, sin buscar asociaciones, puede empezar a aparecer la transparencia de una destilación, de una disciplina. Como si el poeta hubiera encontrado una dirección ascendente de la sensorialidad: a través de los sentidos, refinando su percepción por la meditación, la ha clavado a esa espiritualidad sensible a la que nos cuesta acceder y, si lo logramos, ella nos conmueve en el silencio, sin ademán operático, de una nueva manera: sosegada, secreta, total. Mas para nosotros, que hemos cultivado una dirección descendente del poder de los sentidos, -esto es la sensualidad- nos queda muy dificil asimilar estas proposiciones, a menos de lograr la misma depuración vivencial.
Por una alquimia desconocida, el poeta zen ha obrado, en vida y lenguaje, esta maravillosa reconducción de los sentidos a su floración espiritual; esto entre muchas cosas. Y este es uno de los desafíos centrales que nos ofrecen estos tres maestros del haiku aquí reunidos: Bashō, Busson e Issa. Que su lectura nos depare la serenidad y armonía con que fueron escritos.