
“Lo que más me impresionaba de Roberto era su manía de electrocutar mariposas negras. Con las de colores no se metía, porque era un esteta, decía él. Yo tenía trece años, y aún no sabía la semántica de su expresión pero, conociendo a Roberto, pensé por mucho tiempo que esteta era una grosería. Bueno, la verdad tampoco sabía en aquella época la semántica de la palabra semántica. No obstante, tenía que solidarizarme humilde y calladamente con él, o mejor con su letal divertimento vespertino (siempre lo realizaba al caer la tarde), porque los ritos importantes son amigos de la penumbra, decía el cruel adolescente chamán, cuando en lugar de mariposas negras, las cuales solo aparecían en el Barrio en vísperas de la muerte de un familiar, según afirmaba mi madre, Roberto ajusticiaba sin fórmula de juicio (después lo haría con guerrilleros, como mayor del Ejército) a cuanto ratón caía en sus manos.”
El delirio de los huevos del gallo
Este delirio es un relato autobiográfico, profundamente humano, sincero y jovial. Nos narra cosas que todo el mundo hace pero que nadie dice. Aquí, Luis Darío nos narra de manera jocosa sus memorias de infancia y juventud, del amor, las mujeres y la vida; pero, también las que son acerca de la igualdad y de la lucha social. Encontramos un retrato, no solo de la época, cuando recuerda a los personajes a las canciones de moda, sino el retrato político de un luchador social. Esta llega a ser incluso la memoria de Colombia, Latinoamérica y el mundo, en tanto que la lucha contra el sistema opresor político-militar-económico-moral es una y la misma.