La cultura venezolana pierde a una de sus voces más lúcidas y singulares. El poeta, dibujante, pintor, investigador y promotor cultural Juan Calzadilla falleció este 15 de junio, dejando un legado invaluable que atraviesa las artes plásticas y la literatura del país. Desde la Editorial El perro y la rana, enviamos nuestras más sinceras condolencias a sus familiares, amigos y a toda la comunidad cultural que lo admiró y acompañó.
Nacido en Altagracia de Orituco (Guárico) el 16 de mayo de 1931, Calzadilla cursó Letras en el Instituto Pedagógico Nacional y Filosofía en la Universidad Central de Venezuela. Desde joven escribió sobre arte y comenzó a exponer sus trabajos en tinta china y pastel, consolidando una obra marcada por la experimentación visual y verbal.
En los años 70 fue cofundador del mítico grupo El Techo de la Ballena (1961-1969), un colectivo artístico-literario que apostó por una transformación radical de la cultura y la ideología del país, desafiando los moldes de la tradición y la hegemonía estética de la época. Entre sus compañeros de ruta estuvieron Salvador Garmendia, Adriano González León, Caupolicán Ovalles, Carlos Contramaestre, José Cruxent, entre muchos otros.
A partir de los años 80, Calzadilla depuró un lenguaje visual propio, centrado en el gesto, la escritura automática y una poética del trazo íntimo. Su universo creativo se desarrolló siempre en la confluencia entre el texto y la imagen, lo plástico y lo literario, haciendo de su obra una de las más inclasificables y prolíficas del panorama venezolano.
Entre sus numerosos reconocimientos se encuentran el Premio Nacional de Artes Plásticas (1996), el Premio Nacional de Literatura (2017) y el Premio León de Greiff de poesía, con el cual se destacó internacionalmente: “Este premio abre el camino para que la obra de los poetas venezolanos se pueda conocer en Latinoamérica y el mundo”, declaró entonces.
Calzadilla se definía como “un artista integral”, convencido de que el creador del futuro no distinguiría entre lenguajes ni soportes, sino que se movería libremente entre todos ellos. Él mismo lo hizo a lo largo de su vida, con una obra que desafió etiquetas y abrió caminos.
En El perro y la rana tenemos el honor de haber publicado parte de su trabajo en títulos como Libro de las poéticas (2006 y 2009), Bicéfalo (2006), Oh, smog seguido de una cáscara de cierto espesor (2010), Marcel Duchamp, concentrado (2010), Bolívar hecho a mano (2011 y 2018), Editor de crepúsculos (2014 y 2018), Los laberintos de la luz. Reverón y los psiquiatras (2014 y 2023), Dictado por la jauría (2015), Golpes de pala (2016), El brillo y la palabra (20218.
Cuando le preguntaban si se consideraba un artista rebelde, respondía con matices: “En algunas etapas de mi obra pude serlo… aunque esa rebeldía estuviese enfocada en el ataque a la hegemonía de la pintura geométrica y a los aspectos malignos del estado político… Cuando se habla de lenguajes, tiene más sentido la palabra irreverente. Allí sí hemos sido campeones”.