Coartadas Imperiales pone al alcance del lector un proceso visiblemente invisible, previamente diluido en un océano de pequeñas confusiones, de datos inarticulados que parecen dejar sin voz a las naciones, que nos convencen de entregarnos cual mansos corderos a lo inevitable, al plan, a la agenda, al proyecto de alguien más, de asentir silenciosamente ante las formas presentes y futuras del esclavismo y, finalmente, de la negación de lo humano. Si existe un modo de categorizar esta iniciativa, ha de ser la de emblema de una sociología del porvenir, algo inaudito para estas academias, una estocada a la intelectualidad, sin distinción alguna de su filiación ideológica.
Dando un valiente paso al frente y empleando herramientas concretas, María Alejandra Díaz Marín desarrolla una formidable esgrima de la palabra, y traza, cortando el velo de la ignorancia y la estupidez, una línea temporal que vincula el desarrollo de un capitalismo temprano, envejecido y obligado a un pragmático olvido con su fase superior (imperialismo): el mundo, ya repartido territorialmente de forma completa y concreta entre potencias que a toda costa desplazan y someten pueblos y naciones, donde la jerarquía de cada uno de esos actores imperiales se establece según su fuerza (política, ideológica, religiosa, militar, científica, tecnológica) y según el capital que poseen, hoy es testigo y víctima a la vez de una crisis, caracterizada por la capacidad y voluntad capitalista para emplear justamente todos los miembros de la sociedad, al convertirlos en insumos del molino donde la voracidad del crecimiento exponencial y su impostergable necesidad de acumulación lo lleva a mutar a fuerza de coartadas erróneas o falsas hacia fases de capitalismo más despiadadas con lo humano, tocándole esta vez el turno a la expoliación, mientras en la trastienda preparan el atuendo de la fase caracterizada por el exterminio de lo humano, va dejando de gatear, da sus primeros pasos.
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