
“... Botalón de Luna no es solo el despliegue de un sabor poético que redime y que acerca la lejanía del llano a cualquier corazón. Es también –y mucho– un reconocimiento al lenguaje, a la atmósfera y a la pasión que transformaron al ser llanero en una emanación definitoria del espíritu venezolano. Ese llanero que atravesó fronteras a caballo, a pie, sin alpargatas o con alpargatas y que, después de tanto luchar con todas las adversidades, retornó a sus horizontes a devolver la belleza del canto a la brisa sin trabas, con la humildad del ordeño, del sembradío, de la gentileza en el trato y del amor por la naturaleza y sus maravillosos milagros. El llanero, por Dios, es musicalidad poética que alivia el alma y alegra el día. Y si no, fíjese en Guillermo Jiménez Leal; léalo y escuche su sonido de fuego en la leña del querer”.
José Pulido.
Estas aventuras versales compiladas en Botalón de luna, están elaboradas por dentro y por fuera, entre la observación y el recuerdo. Algunos poemas han sido escritos en un solo golpe; otros, en diversos sitios y en largos lapsos. Muchos fueron reelaborados en versos completos o en detalles, como es albedrío de cada creador. Ciertas canciones para no sorprender al lector de llanería—, como es tradición en la métrica musical del llano, combinan el verso octosílabo con el pentasílabo. En todo caso, lo siempre presente en estas correrías es la combinación del llano —con sus nombres y costumbres—, la consonancia, la métrica, la osadía literaria y. por supuesto, la poesía.