Gerardi, el fotógrafo, procura saltarse la ley de gravedad para mostrar a la ciudadanía desvelada lo que concretamente podría suceder en un mundo volatizado por una destrucción generalizada parecida al efecto de una bomba atómica. Paisajes flotantes en peligro de caer como si el smog subiera las gradas de un horizonte repentinamente puesto de pie. Y en donde sólo frutos de concreto armado se oponen a una restitución del magma que no pareciera adecuarse al curso de lava salida de la madre, paseándose ahora mismo por toda la ciudad.
Lo que pareciera una ilusión óptica no es sino un paisaje urbano al revés, visto desde el alcantarillado, a ras del pavimento de la gran avenida, mientras se empoza el agua y transeúntes invisibles corren a guarecerse de la lluvia. Félix Gerardi,el fotógrafo, autor de estas imágenes, no cree que se trate de esa ilusión óptica propia de la pretensión surrealista de alimentar el paisaje urbano con los restos de un naufragio marino visto en una postal. No. Él nos presenta la ciudad tal como es, pero vista desde las entrañas de la pesadilla de quien en ese momento auroral no ha tenido la más mínima oportunidad de soñar.