“Yo no sé si Palomares podría algún día escucharme este asunto con trito, esta confidencia que vivimos su libro y yo. Ni si quiera he podido escribir cuánto intento hacerles sentir el enorme entusiasmo con que existo desde que fui su amigo en Paisano, sin más nadie que un di bujo de Carora y sus seres de trapo sobre el pupitre de la UCV y la mesa de “El Viñedo”. Prefiero más bien parecerme a su poesía. Tener ala en mis
sentidos las veces que subo una colina, que me pongo al lado de un arroyo, de un río o persigo un aroma. Si por momentos me extravío entre las seducciones de la mentira literaria, presto atención a Polimnia, a su alma de pájaro cansado en la rama del patio de Escuque que él es, en la niebla y la montaña que siempre fue; y quiero de nuevo su decir de frases achica das por el diminutivo con que habla la inocencia, di chas, en lugar de escritas, para que se vean en la boca que pronuncia cada vocablo, como si alguien Palomares, tú–, se volviera un puro nombrar la vida en la muerte y en lo perdido, juntando cuanto ha sido suspirado y tocado sobre la tierra.”
Luis Alberto Crespo
Convencido de que la palabra escrita es una palabra muerta hasta que no descubre su sonido, Ramón Palomares (Escuque, estado Trujillo, 1935) invoca en su poesía a las voces de su infancia, aquellas que resonaban en el viejo vecindario, las de las tías, la de la amiga de crianza. Por eso, oyente confeso, el poeta reivindica la sonoridad que el lenguaje adquiere en su escritura. El hombre, la historia, la naturaleza –su peculiar presencia en el paisaje– son, sin duda, protagonistas de su decir. La presente antología ofrece una selección de sus libros: El reino (1958); Paisano (1964); Honras fúnebres (1965); Santiago de León de Caracas (1967); El vientecito suave del amanecer con los primeros aromas (1969); Adiós Escuque (1968-1974); Elegía 1830 (1980); y Alegres provincias (1988).