Por Oswaldo Antonio González

“Bolívar bolivariano no es un pensamiento muerto, ni mucho menos un santo para prenderle una vela”. Con esta afirmación del cantor del pueblo, Alí Primera, pudiéramos condensar el contenido de Las más hermosas cartas de amor entre Manuela y Simón, compendio de las misivas que intercambiaron dos seres vivos, humanos, plenos, libres… eternamente altivos incluso en la adversidad, eternamente fieles a sus ideas, eternamente jóvenes. Porque ser jóvenes, más allá de la condición física, es mantenerse en rebelión constante, en desafío a la moral establecida y a las normas de una sociedad anquilosada que considera “buena costumbre” el comercio de hombres, mujeres y niños y la aplicación de los castigos más crueles a quienes tienen sed de libertad y justicia.

Y es que estas cartas, cuya presentación está prevista para este 9 de noviembre a la 1p.m., en Chocolate con cariño, esquina San Jacinto, dan fe de que Simón Bolívar y Manuela Sáenz fueron y seguirán siendo jóvenes. Por esta razón estos valiosos testimonios de dos vidas intensas y de su amor, tienen, o deberían tener como lectores naturales a los jóvenes de cualquier edad, a aquellos y aquellas que no han perdido la capacidad de soñar, de luchar y de buscar un mundo mejor. Con tal fin, la Fundación Editorial El perro y la rana ha querido llevar adelante una nueva edición de las cartas, diarios y demás documentos que han servido para dejar testimonio de este amor imperecedero que, a pesar de los tiempos tan difíciles en que le tocó florecer, habla de la estatura gigantesca de dos amantes: Bolívar, luchador incansable que estuvo preparando la próxima batalla hasta en sus últimos estertores, sin pensar en rendirse; Manuela, precursora de esa mujer insumisa que ha ido conquistando espacios para alcanzar su talla de creadora no solo de vida sino también de aportes valiosos para la humanidad.

Muchos triunfos han venido conquistándose desde que El perro y la rana publicara, en un esfuerzo sin paralelo, cien mil ejemplares de estas cartas. Aquella publicación era apenas una de las pocas voces en el desierto que gritaban a todos “¡Viva la Libertadora del Libertador!”. Mezquinamente olvidada, cuando no vilipendiada con alevosía, Manuela esperaba que todo un continente por el cual luchó, reconociera su justa dimensión como mujer sin cortapisas, soldado, estratega y pensadora. Esos tiempos llegaron, las cartas se publican, Manuela llega al cine, colectivos llevan su nombre, fue ascendida postmortem al grado de Generala de la República del Ecuador, y sus restos simbólicos, un puñado de la tierra donde se fundieron sus huesos con los de tantos sin nombre por quienes luchó, reposan al fin en el Panteón Nacional, junto a su adorado Simón.

Enamorar de este gran amor al lector joven es, pues, el objetivo de esta nueva edición a cargo del escritor Oswaldo Antonio González. Para ello se han incluido infografías, una de ellas en forma de desplegable, que permiten ubicar el contexto histórico, político y social, así como la extensa y complicada geografía por la cual se desperdigó ese amor que solo necesitó de ocho años para hacerse eterno. Igualmente, se han agregado notas editoriales con la finalidad de facilitar la comprensión de las circunstancias en que fueron escritas algunas de las cartas o testimonios, y se han incorporado hermosas ilustraciones especialmente realizadas por el maestro Raúl Ávila para resaltar el valor artístico y literario de esta selección del epistolario de estos dos seres excepcionales que engendró nuestra América para el mundo. La edición cuenta además con la diagramación y el diseño lleno de detalles de Mónica Piscitelli y la cuidadosa corrección de  Yessica La Cruz. Este equipo, junto con el resto de los trabajadores de El perro y la rana, nos invitan a acercarnos a estas Cartas que nos permitirán escrutar un poco en la intimidad de dos seres que, como bien diría Nietzsche, fueron “humanos, demasiado humanos”.

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