José Romero-Losacco, músico, rockero y actualmente profesor en la UBV y profesor invitado en el Programa de Formación Avanzada en Artes y Culturas del Sur, en la Universidad Nacional Experimental de las Artes (Unearte). Sus desempeños académicos son destacables, egresado de la Universidad Central de Venezuela (UCV) en antropología, doctor en Ciencias para el Desarrollo Estratégico de la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV), y posdoctorante del Laboratorio de Estudios Descoloniales y Geopolítica de los Conocimientos, del Centro de Transformaciones Sociales, Ciencia y Conocimiento del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC). También tiene un conjunto de libros y textos previos, publicados por diversas instituciones, sitios web y editoriales, incluyendo nuestra casa editorial El perro y la rana.

¿Cómo nació la idea de escribir el libro “La invención de la inclusión”?

Este libro comenzó a gestarse en la experiencia de acompañamiento académico, desde la Universidad Bolivariana de Venezuela, a los programas que se desarrollan en la Misión Sucre y que acredita dicha universidad. En ese momento yo iniciaba una investigación sobre las reformas educativas en América Latina durante el tiempo de los ajustes estructurales promovidos por el Fondo Monetario Internacional. En ese tránsito, la investigación se detuvo porque comencé a encontrar que las denuncias que reportaban comunidades educativas y el magisterio, en países como Argentina, se expresaban en los mismos términos con los que se expresaban los participantes de la Misión Sucre cuando uno llegaba a una aldea universitaria, esta coincidencia me comenzó a interesar y me preguntaba porque dos políticas que en el enunciado se presentan antagónicas producen resultados similares.

Luego de mucho darle vuelta al tema me encuentro con que hay un denominador común, los documentos que leía, las personas con las que hablaba, todxs señalaban los mismo, que nuestras políticas tenían como objetivo la inclusión social. De modo que me comencé a preguntar sobre cómo fue que terminamos usando ese término, de donde nos salió hablar del excluido cuando hasta hacia poco tiempo hablábamos del pobre, me interrogaba sobre si había alguna diferencia entre ser pobre y ser excluido. En el camino las respuestas me sorprendieron mucho más, porque comencé a darme cuenta que hay una intima relación entre la aparición del excluido como sujeto de la política y triunfo del neoliberalismo, me encontré con que el neoliberalismo produce al excluido como concepto y busca maquillarse a través de lo que en el trabajo llamo el discurso de la inclusión.

¿Qué encontrará el lector en esta obra?

El lector podrá encontrarse con una obra que como autor pretendo un tanto herética, ya que intenta ser una provocación al sentido común. El lector que se aproxime a la obra buscando encontrar cómo el capitalismo excluye a las grandes mayorías, y por ende cómo debemos seguir apostando por la inclusión social, se llevará una gran sorpresa.

Esta obra intenta mostrar precisamente que la antinomia inclusión/exclusión es un dispositivo del momento neoliberal del Occidente tardío. Y en tal sentido, que no se trata de incluir a quién ya está adentro, pero en condiciones de desigualdad estructural, se trata de quebrar esas estructuras. El lector de este libro tendrá la posibilidad de adentrarse en como el concepto de exclusión solo oculta que quien cualifica y califica como excluido, lo es solo en función de un discurso de poder.

Se trata de un discurso, el de la inclusión, que nos hace creer que existe un adentro y un afuera, que el adentro es siempre mejor, ocultando que es ese adentro el que produce el “afuera” de tal modo que resulta imposible discutir el adentro. El adentro es Occidente, es la modernidad, es el capitalismo, de modo que el excluido no esta en un afuera, esta dentro como excluido, por tanto, que incluir es cambiar las condiciones de aquellos que no gozan del “bienestar” que brinda el capital.

Por último, se trata de una invitación a no pensar el futuro como el reacomodo del adentro, sino como un más allá.

¿Qué pertinencia tiene esta investigación en la actualidad venezolana?

Esta es la pregunta más difícil de responder, porque como autor me gustaría más bien que las palabras conjugadas fuesen impertinentes e inoportunas. Es decir, que vengan importunar nuestro sentido común, ese que ha naturalizado que la inclusión debe ser nuestro horizonte, sin preguntarse quien es el que incluye, cual es el adentro al que se nos llama a incluirnos, también preguntarse cual es esa afuera en el que se encuentra el sujeto llamado excluido, quien lo define.

Hacer esta investigación fue un proceso muy intenso, significó entablar discusiones, incluso con gente muy querida, porque cuestionar la inclusión es cuestionar el principio que funda prácticamente todo lo que se ha hecho o se ha intentado hacer en las últimas dos décadas. Sin embargo, hoy podemos encontrarnos en la posición de decir, que la otra cara de la inclusión es la participación, y lo que hemos vivido en los últimos años es como estos dos principios-procesos están en permanente tensión, y que en la medida en que la balanza se inclina hacia la inclusión más se cosifica la participación y menos protagonismo va teniendo el pueblo como acto de liberación.

Cuando este trabajo inicio estábamos en una situación completamente distinta a la que vivimos hoy, sin embargo, en el presente este trabajo e una humilde contribución para mirar lo que fundamenta el fundamento de la gestión de gobierno: la inclusión social, los problemas que trae esto para afrontar el reto de ir más allá de occidente y por tanto del capitalismo.

¿Por qué no se ha logrado desprenderse de los valores de la civilización occidental en Venezuela?

Lo primero que considero hay que decir es que la cultura del petróleo ha sido la configuración que permitió creer que el mito de la modernidad era realizable en Venezuela, de modo que los valores de la Civilización Occidental en nuestro país se han sido totalmente naturalizados porque siempre hemos creído que su realización está a la vuelta de la esquina.

El problema es que la modernidad, fundada como lo es en la colonialidad, nos naturaliza el modo de ser del hombre blanco europeo, cristiano-trinitario, heterosexual, etc., de modo que ir más allá de Occidente, implica desprenderse de ese horizonte. No se puede ser anticapitalista sin apostar por la descolonización, y no se puede luchar por la descolonización defendiendo la modernidad, por lo tanto, no se puede luchar contra el capitalismo sin luchar contra la modernidad, y siendo que la ésta es el proyecto secular de la Cristiandad y/o del Occidente secular, no se puede ser anticapitalista sin ser anti-occidentalista.

¿Las leyes están hechas por los ricos de la tierra para controlar a los sectores populares?

Las leyes han sido hechas para garantizar el derecho de quien las escribe, de modo que al vivir en una plutocracia global el aparato encargado de administrar la justicia en cada Estado-nación responde a los intereses de esa plutocracia global y de sus socios locales.

La principal barrera a la que nos enfrentamos, en ese sentido, es que todo el estado de derecho esta fundado en la idea de individuo, y éste es definido como un ser autónomo, autogenerado, un momento anterior a la existencia de la sociedad y por tanto su condición de posibilidad. Al mismo tiempo este fundamento metafísico se define por su condición de propietario, se posee a sí mismo y luego puede poseer a otros.

De modo que no se trata solamente de quienes escriben las leyes, sino de cuál es horizonte desde donde se formulan. Mientras sigamos teniendo un derecho cuya fundamentación es la metafísica del individuo seguiremos atrapados dentro de lo lógica de la Civilización Occidental tardía.

¿”La modernidad” es utilizada para la destrucción y la transculturización?

No diría que la modernidad es utilizada para la destrucción, porque eso sería abrir la puerta para plantear que la modernidad puede ser usada para otra cosa. La modernidad es el proyecto secular de la Cristiandad, y como tal no puede ser otra cosa. La cristiandad no es el cristianismo, sino el momento en el que un tipo particular de cristianismo se vuelve ideología de estado en el Imperio Romano con Constantino.

Lo que ocurre es que el fundamentalismo de la cristiandad se seculariza tras las guerras de religión intraeuropeas, la llamada reforma protestante, y esa secularización ha ocultado el carácter mítico del proyecto del Occidente tardío. De modo que la modernidad no es usa para la destrucción, la modernidad es un proyecto de muerte, es el proyecto de muerto de una Cristiandad secularizada, es el proyecto de muerte al que ha sometido Occidente a todo el planeta.

Sobre la transculturización, hay que hacer otra aclaratoria. El término es transculturación y tiene su origen en la obra del intelectual cubano Fernando Ortiz. Por razones de espacio no me detendré en los detalles, solo diré que la palabra transculturización es una inversión colonial del término aculturación, una inversión que niega la dinámica que devela la obra de Ortiz. El proceso de transculturación es inherente a la dinámica de contacto entre agrupaciones humanas. El problema no es que la transculturación ocurra, ya es inevitable, el problema es como ocurren. Las agrupaciones humanas entran en contacto, intercambian personas, bienes, ideas e instituciones, el asunto es cuando ese intercambio es desigual u ocurre en un contexto colonial.

En tal sentido, la planetarización de occidente y con ella de la modernidad ha tenido en consecuencia profundos procesos de transculturación, el asunto es que esa transculturación se da en un contexto colonial, en un contexto donde, resulta de la racialización-deshumanización de lo no occidental, todas las experiencias históricas de humanidad que han tenido lugar fuera de occidente han sido calificada como no-humanas.

La importancia de hacer esta distinción es que el término transculturación da cuenta también de como el colonizar ve afectada su cultura, y en el caso de la expansión moderno-colonial, como bien dijera el poeta A. Césaire el colonizar se monstrífica a sí mismo, mientras monstrífica al colonizado.

¿La religión ha sido o es una forma de dominación?

La religión es una invención del secularismo, la religión solo existe en Occidente, si miramos la historia de otros pueblos no se encontrará esta idea sobre la existencia de un ámbito de la vida que está separado analíticamente de la política y de la economía. Para Occidente, bien dice R. Grosfoguel, la religión es algo que haces los domingos, mientras que para el resto de las experiencias humanas la “religión” el horizonte mítico-ético que explica y rige los sentidos comunes y la vida cotidiana.

Por lo antes dicho yo prefiero partir, para responder a esta pregunta, de la diferencia entre espiritualidad y religión. El cristianismo hecho ideología de Estado es la fetichización de una espiritualidad que luego se ternara secular adquiriendo la denominación de Religión.

De modo que sí, la religión ha sido y es una forma de dominación, pero no como la entiende cierto ateísmo eurocéntrico que confundiendo entre religión y espiritualidad condena la segunda por confundirla con la primera. La religión aparece cuando la espiritualidad se fetichiza, cuando el poder político se fetichiza y se fetichizan las identidades

¿Venezuela está presente ante una lucha cultural?

Claro que esta presente, se trata de una lucha cultural que toma distintas formas en distintos contextos. En nuestro país la modernidad tomó, en el siglo XX, la configuración de la cultura del petróleo, así que enfrentarnos a ella para ir hacia una sociedad post-rentista y post-petrolera hay que tomarse en serio que el proyecto requiere ir más allá de la modernidad, porque si lo que se pretende es ser post-rentista y post-petrolero pero modernos, no estaríamos transitando hacia un proyecto alternativo al capitalismo-occidental.

Pero tampoco se trata de ser post-moderno, sino de ser transmoderno.

¿Cuál es la solución para desprenderse de la hegemonía cultural?

En lo personal no considero que se tenga la Solución, lo si creo es que mientras no tomemos en consideración que hay un problema fundamental en el orden de los deseos, es poco lo puede hacerse, porque deseamos ser occidentales, seguimos deseando en el lenguaje del desarrollismo y por tanto del racismo que lo fundamenta.

Lo primero es darse cuenta, y creo que aún andamos en ese darnos cuenta. Nuestros proyectos siguen persiguiendo el horizonte que Occidente nos ha pintada como natural y deseable. El socialismo, por poner un ejemplo, en el siglo XX prometió vivir como se vive en el capitalismo, pero sin serlo, algo que al final resulto ser una gran trampa, porque haber creído que el reino al reino de la libertad Occidental se puede llegar por el camino socialista es no darse cuenta que el problema es el reino de la libertad al que queremos llegar.

De modo que habría que comenzar por tomar en serio otras trayectorias, otras experiencias de humanidad distinta, radicalmente distintas a la Occidental.

¿Qué valor tiene la lectura en la actualidad? ¿Puede ser un método de lucha contra los sectores privilegiados? 

Aunque suene a frase hecha, la lectura tiene valor en cualquier momento, la lectura es polivalente. Toda literatura, sea abiertamente fantástica o que oculte la fantasía con la máscara del discurso llamado científico, en este momento puede permitirnos soñar, puede permitirnos conocer otras realidades, otros futuros. Y esto es fundamental porque frente al reto de pensar más allá de Occidente y proyecto, debemos buscar las fuentes que nos permitan plantarnos y combatir-nos. Es necesario buscar en otras tradiciones, allí podemos mirar otros mundos posibles, otros presentes, y en esa búsqueda, en esa lucha, la lectura se hace imprescindible.

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