El árbol de los erizos es un libro breve y sabroso de leer, bellamente ilustrado, conformado por algunas cartas de respuesta del periodista y filósofo italiano Antonio Gramsci, quien estaba preso por razones políticas en la Italia de comienzos del siglo XX, a su esposa y sus dos hijos pequeños. Sorprende mucho en el texto la manera cómo un señor así se interesa por la vida personal de sus hijos y hace todo lo posible por medio del único recurso que tiene (las cartas escritas a mano: el Whatsapp o Facebook de la época) para continuar la crianza de sus dos pequeños, incluyendo a uno que no logró conocer en persona luego de su nacimiento.

Un hombre tan empedernido en el estudio y la política, que no dejaba de escribir sus cosas en la cárcel durante casi una década, pero dedicándose a compartir en detalle los juegos, emociones, actividades y preocupaciones de los suyos. En muchas ocasiones insistiendo, interrogando, regañando, pero siempre con un tono cariñoso y protector, como disculpándose por su ausencia, dejando claro que se podía estar preso sin ser un delincuente y sin dejar de ser un buen papá. Siempre impulsando a su familia a mejorar y a sus hijos a ser libres pero a ser serios en la vida.

Por ejemplo, en una de las cartas (“Carta VI: Caza de ranas”), responde a su esposa Julia, que lo que más le llamó la atención fue que sus hijos estuviesen entreteniéndose cazando ranas y le pregunta si esas ranas eran de las comestibles, pidiéndole que les enseñe a distinguirlas de las otras. ¿Por qué? Porque –dice– “daría a su actividad de cazadores un carácter práctico y utilitario que vale la pena tener en cuenta”. Porque al papá le preocupa, inferimos nosotros, que sus hijos anden cazando animales solo por diversión y malicia cuando podrían aprovecharse como alimento, pero sin prohibírselos, hasta el punto de explicarle cómo distinguirlas y dos maneras de cocinarlas. Planteando así el asunto de que ser revolucionario comienza sobre todo por ser honrado, un buen padre y un maestro del saber, para que no te engañen y no te engañes tú mismo o tú misma.

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