“Siempre he optado por defender

la dignidad de la poesía.

Volver a sus orígenes.

A su deslumbrante cuchilla de muchos filos».

Víctor Valera Mora

Víctor Valera Mora no sonríe en las fotos que le tomaron. Si se ríe no se le ven los ojos, se le ponen chinitos. Aunque él no sabe el porqué del sobrenombre, “ya que más que cara de chino tengo cara de indio timotocuica”. El poeta nació en Valera, la ciudad de las siete estrellas, en el estado Trujillo. Siendo un adolescente su familia se mudó a San Juan de los Morros donde continúo sus estudios.

Valera Mora supo desde pequeño que lo suyo era escribir. Su pueblo era pequeño y allí solo llegaban con debilidad las resonancias del resto de su país. Después del llano, en 1956, se muda a Caracas para estudiar Sociología en la Universidad Central de Venezuela, donde se gradúa en 1961.

Su sencillez contrasta con el desenfado de su poesía, y ese oficio de poeta lo asumió como una militancia de por vida que lo llevó, entre otras cosas, a formar parte de la generación del 58; la misma que luchó contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Su militancia en el Partido Comunista le llevó a prisión durante las manifestaciones contra la dictadura a finales de 1957.

De él llegó a decir el escritor Manuel Bermúdez: “De todos los poetas contestatarios, ha sido El Chino el que ha nutrido más a la Revolución con su palabra, sin cobrarle un centavo, ni mucho menos vivir a costa de ella”.

Tanto creía en la palabra hecha verso que solo era cosa de sentarse a esperar.

Su primer libro Canción del soldado justo sale publicado por Ediciones Luxor en 1961. Junto a los poetas Caupolicán Ovalles, Mario Abreu, Pepe Berroeta y Luis Camilo Guevara  conforma la “Pandilla Lautréamont” que se reunían en bares y restaurantes de la siempre viva y ruidosa Sabana Grande, no por nada Faulkner decía que el mejor sitio para escribir eran los locales nocturnos: porque en la noche hay mucho bullicio, y en la mañana hay calma absoluta. El nombre de la pandilla se debe a Isidore Lucien Ducasse “Conde de Lautréamont”, un poeta franco-uruguayo considerado precursor del surrealismo.

Amanecí de bala (1971), su segundo poemario, con ilustraciones de Carlos Contramaestre y presentación de Salvador Garmendia, despertó críticas, admiración y, según cuentan algunas otras historias, verdadero temor entre quienes veían al poeta como un verdadero agitador; cuentan que un general de la antigua Dirección de Inteligencia Militar (DIM) habría dicho que ese libro era más subversivo que los pocos focos guerrilleros que aún existían y que era motivo suficiente para arrestarlo. Para evitar cualquier inconveniente Valera Mora se fue a Roma con una beca que le consiguieron algunos amigos y el rector de la Universidad de los Andes, donde había trabajado en la Dirección de Cultura de esa Alma Mater.

En Roma escribiría 70 poemas estalinistas, último libro publicado en vida, que se convirtió en otro acto de rebeldía del poeta incorregible. Se editó en 1979 con portada del pintor Mateo Manaure, con el cual gana el Premio de Poesía del Consejo Nacional de la Cultura en 1980. El Chino, el poeta que nunca dejó de ser un subversivo de la palabra, falleció el 29 de abril de 1984 en Caracas.  

Ilustración: Lorena Almarza.

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