Por: Coral Pérez
Orlando Araujo (1927-1987) no solo fue economista e intelectual militante, también narrador, poeta, ensayista y crítico literario, que se expresó en la literatura infantil, en la crónica y el artículo de opinión. En este sentido, aunó a sus estudios económicos y políticos la base de la visión sociológica y el aporte de la visión cultural con auténticos aspectos polémicos. En cada faceta nos dejó textos fundamentales para la literatura patria, entre ellos: Compañero de viaje (1970), Narrativa venezolana contemporánea (1972); En letra roja: la violencia venezolana, literaria y social (1974); Glosas al piedemonte (1980); Los viajes de Miguel Vicente Pata Caliente (1977).
Venezuela violenta, publicado en 1968, fue escrito a siete años de concluida la guerrilla armada en Venezuela (en el contexto nacional e internacional del surgimiento de las guerrillas de liberación nacionales). Se reeditó en el año 2007, como otros títulos tan necesarios tomados en cuenta por la Fundación Editorial El perro y la rana, ya que durante décadas no tuvieron cabida en las editoriales nacionales.
La intención vital de Orlando Araujo es la de movilizar una verdadera comprensión de lo que él llama la violencia estructural en la historia política y económica en Venezuela, más que una defensa de la elección armada como lucha y consecución del cambio. Este libro, por un lado, es la asunción del tema de la violencia en el país, y por el otro, la asunción de su destino económico y político, que no es otro que el destino nacional. En palabras del autor, deconstruir el discurso, problematizar públicamente el tabú de lo que significó la lucha armada y de guerrillas: “No para predicar violencia ni hacer propaganda de guerra (…) sino para ver cual alternativa tenemos, menos costosa y violenta. En Venezuela no están cerrados los caminos de la paz (…) pero a condición de que entendamos la verdadera lección de la violencia”. Tal es la lección de la violencia es la frase con la que cierra este libro. Por eso, esta publicación nos deja su propia parábola: asumirnos en el derecho a la rebelión, y reconocernos en una máxima primera, como dice el autor, una revolución no prospera si carece de raíces profundas.
De ahí que este libro sigue siendo un texto esencial como referencia, tratándose de una radiología histórica, nada compleja y brillantemente sintetizada, de las realidades que han determinado la estructura económica del país, partiendo de los eventos y cambios radicales surgidos con la Independencia, Guerra Federal y las Repúblicas, hasta finales de los años sesenta.
No en balde, releerlo en estos tiempos (para tratar de ubicar su importancia) significa nada más y nada menos que un reto y un compromiso intelectual y ético. El libro insta a repensar y recapitular sobre cuánto se ha hecho y todo lo que falta por hacer, si pensamos en el proceso revolucionario iniciado por el presidente Hugo Chávez en 1998 (quien precisamente se movilizó por la vía de la revolución pacífica). En ese sentido, apela al reconocimiento de cuánto han madurado las condiciones, tanto estructurales o de base, como superestructurales (los aspectos culturales, religiosos, ideológicos) para llegar a un cambio verdadero de paradigmas con sus logros concretos y sostenibles. Pensar, por ejemplo, si estamos en condiciones de superar la estructura capitalista, ya que hasta ahora, durante estas dos décadas, siguen en paralelo los dos sistemas: el socialista, en coexistencia con el otro sistema que a su vez no ha dejado de socavar al otro, y sin perder en sus propias ganancias, poderes y ventajas. La apelación de Orlando Araujo estaría dirigida a un gobierno que debe ejercer un control efectivo de ese capital mixto, y desarrollar alternativas duraderas que confronten ese sistema. En fin, proseguir con una verdadera política económica nacionalista para ser más dueños de nuestro destino nacional, de manera que los cambios sean estructurales y no solo reformas coyunturales. Ya Orlando lo decía, para llegar a una verdadera soberanía económica y política el proceso tendría que ser largo; atravesar muchas etapas de construcción y consolidación de bases. Un proceso sucesivo de cambios adaptados en sí mismos, a cada etapa histórica, con sus propios retos, siempre que se engranen cada uno entre sí, o en su relevo, a fin de lograr una continuidad en la consolidación de un país con sus bases estructurales sólidas: industria básica, agricultura, logros sociales y culturales, dejando cada vez más atrás esas persistencias en las aberraciones económicas de fondo que han prevalecido por cientos de años.
Los temas involucrados en este libro se relacionan íntimamente: para vencer esa violencia heredada, venida del latifundio, de la Colonia y luego de la condición neocolonial impuestas por el mercado internacional y los monopolios, era necesario todo cuanto propone Orlando Araujo en este libro. Esto va desde una reforma agraria que erradicara efectivamente los latifundios improductivos y que fomentara la cooperativa autosustentable; la nacionalización de las industrias estratégicas como petróleo y la petroquímica para garantizar la redistribución igualitaria e inversión social del ingreso petrolero; la nacionalización de la explotación de los recursos naturales; el desarrollo sólido de la industria nacional; el fortalecimiento de una burguesía productiva (y no importadora y mediatizada por el capital extranjero, o que subsista de la especulación comercial y financiera); la diversificación de las exportaciones; la disminución de las importaciones, sobre todo de materias primas y de la tecnología; la disminución de la dependencia del capital extranjero; hasta el logro, en lo político, de una verdadera unidad en las izquierdas.
En la actualidad, muchas de estas urgencias económicas y políticas han sido cumplidas. Pero, partiendo de que este libro fue escrito con base a preguntas puntuales y propuestas argumentadas, dichas interrogantes siguen vivas hoy en día si tomamos en cuenta que subsisten muchas distorsiones y aberraciones económicas descritas por el autor; por ejemplo: seguimos siendo un país donde impera la economía informal como hace una década, léase el “buhonerimo”, léase también “bachaquerismo”. Seguimos siendo dominados por los controles de una burguesía de importación, por lo cual debemos dar más fortaleza a la burguesía productiva, la que Orlando Araujo llama nacionalista. En fin, seguimos siendo una economía basada en el comercio y no en la producción sustentable.
Por último, este libro o ensayo de Orlando Araujo no deja de tomar en cuenta los temas de la violencia y el verdadero cambio estructural del país, también desde los referentes culturales, sean en el aspecto creativo, crítico o testimonial. Para eso nos deja referencias y análisis de pensadores y teorías acerca de lo económico y la violencia, junto a un registro puntual de títulos, cada uno desde su protagonismo: Juan Pablo Pérez Alfonzo, Rafael Pocaterra, Miguel Otero Silva (La muerte de Honorio, 1963), Libro negro (1952), del partido Acción Democrática, Se llamaba S.N. (1964), de José Vicente Abreu, Expediente negro (1967), de José Vicente Rangel, País portátil (1969), de Adriano González León.