Por: Edgar Abreu

Los primeros pasos siempre implican un peligro, esos inicios de la vida son un descubrimiento y la base de todos los aprendizajes sobre este y todos los mundos posibles, las piernas van tomando fuerza y se van adaptando al caminar, los pies adquieren seguridad y a tumbos se inicia la marcha. Esos tanteos prematuros develan las fragilidades y las posibilidades de un proyecto, sus posibles aciertos, y los probables tropiezos o caídas que le deparan. Son esos los retos de la aventura que implica nacer, andar, crecer. Hemos escuchado como vocabulario común lo expresado por Antonio Machado en uno de sus poemas, “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”, y para esta realidad contradictoria, esta complejidad de seres humanos que somos, no quedaría mejor expresado en palabras que nos inciten a inventar, tallar, construir, abrir el sendero, descubrir el camino y hacer posible el viaje.

Este sueño lo ha compartido la Fundación Editorial El perro y la rana en sus 12 años de existencia, edad para inventos, celebración de un cumpleaños cargado de proyectos y apuestas por el porvenir del libro y la lectura. Como de costumbre, en este 2018 se suman universos para los más pequeños, páginas para su imaginario y sed de curiosidad, con la certeza de las múltiples posibilidades y el enriquecimiento cultural que brinda la lectura. Compañero de viaje llamó Orlando Araujo a uno de sus libros, y en su recorrido por los patios y los fondos de la tierra encontró un Dinosaurio azul, haciéndolo un cuento emblemático en la literatura venezolana. Fue de los primeros escritores que reveló a los más pequeños los secretos de las profundidades terrestres en Venezuela, sus curiosos personajes y los mensajes que podían trasmitir. Se puede decir que desde aquel dinosaurio han sido muchos los bichos sumados al patio de nuestra narrativa y ficción; también las frutas dadas por la tierra, como Manzanita, de Julio Garmendia, o las estrafalarias y maravillosas leyendas de La piedra del duende, escritas por Mercedes Franco.

Un patio es la primera zona de descubrimiento para gran parte de la infancia; allí se manifiestan cosas sobrenaturales, hechos inenarrables, se excavan huecos para encontrar tesoros, se generan luchas legendarias y se llegan a crear los juegos más extraños. Buena parte de nuestra infancia se desarrolló en un patio, al grito de: ¡Vamos al patio! Se salía en tropel con alguna vieja pelota, un juguete compartido, perinolas, trompos, papagayos a medio hacer u otro elemento digno para el entretenimiento. La editorial El perro y la rana vuelve a un patio conocido, a un patio que, como todos los patios, se transforma en un planeta, en una geografía seductora, inexpugnable, en la que el asombro busca conocer o catalogar todos los colores que surgen entre matas, troncos y caminos de hormigas. Bichitos de mi patio es el título que escogió Liliana Peraza para su compilación de adivinanzas y poemas para niños. De pronto, la imagen poética comienza a mimetizarse con la naturaleza y, desde el uso de frases sencillas, composiciones rítmicas, en cada rincón del patio de páginas se van asomando sus habitantes. Uno de los más característicos –por las reacciones que puede generar– es, sin duda alguna, el sapo, el dueño de los pozos. Es innegable que todo patio que se precie de ser tal está vigilado por esta criatura de ojos babosos y piel áspera, que tanta repugnancia puede causar, pero aquí ese ser regordete nos habla, nos interpela: “¿Quién limpia la grama?/ ¿Quién limpia el charquito?/ ¿Quién se come a bichos moscas y mosquitos?/ ¿Quién si no soy yo?”. Realmente es el guardián de la pulcritud, aunque parezca todo lo contrario. Liliana Peraza ha desempeñado una labor como educadora en primaria, graduada en el Instituto Pedagógico de Barquisimeto. Fue merecedora de varios premios y reconocimientos por su obra literaria para niños y niñas.

Bichitos de mi patio ha sido publicado en la colección Caminos del Sur, serie El gallo pelón, dirigida a niños de 7 a 11 años. Cuenta con las ilustraciones de Kalaka, nombre artístico del muralista y creador plástico Pablo Pérez Riesco, nacido en Santiago de Chile en 1975, quien ha desarrollado sus propuestas artísticas y culturales en comunidades y espacios públicos de toda Venezuela. Con su pintura, Kalaka ahonda en la identidad y la naturaleza latinoamericana, haciéndola su gran patio de colores. En esta oportunidad es el encargado de colorear desde lo rítmico de las imágenes, el rostro y el pedazo de tierra de cada personaje, haciendo de estas adivinanzas una fiesta de manchas y sinuosas texturas. Bichitos de mi patio ha sido uno de los libros para niños y niñas más emblemáticos y queridos en El perro y la rana, siendo escogido como libro del año 2010. En esta nueva promoción volvemos a rompernos la cabeza, buscando quién se esconde tras las palabras y las preguntas, un cigarrón, una abeja guardiana o una araña enigmática; y en ese regreso a casa iremos, de seguro, cargados de tierra.

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