¿Cómo revivir la experiencia de El Techo de la Ballena?

 Si te refieres a cómo hacer para crear grupos comprometidos como El Techo de la Ballena en su momento, y basados en el ejemplo de este, pienso que la condición hoy es diferente a como era a comienzos de los sesenta. Por entonces había una situación política nefasta para la izquierda y la poesía y el arte estaban estancados, en manos de una élite privilegiada que decidía todo a su favor. Actualmente existen condiciones para dedicarse a hacer obra creativa en cualquier género de arte sin que se corra el riesgo de que te metan preso o te maten, como sucedía antes. ¿Entonces por qué no te agrupas y haces toda la crítica que te parezca y luchas por los cambios que se necesitan? Pero no cuentes con que, porque ya lo hicieron otros, no necesitamos hacerlo nosotros. Ni que es tarde. En todo momento vivimos en presente. Es el consejo que doy.

En el entendido de que el arte y la poesía deben mantener su autonomía frente a las políticas del Estado, deben ejercer su sentido crítico y practicar su capacidad de gestión para evitar el riesgo de caer en las trampas del panfleto publicitario, cualquiera que sea.

¿Después de sus primeras acciones, ¿qué indujo a El Techo a realizar happenings? O un tipo de happening.

 No creo que El Techo de la Ballena hiciera happenings. El Techo encontró una manera de hacer y decir las cosas distinta a las corrientes de moda importadas. Utilizó materiales, ideas y talento verbal propios en un momento de gran euforia política, sin ningún propósito utilitario o mercantil, a diferencia del arte capitalista, que consiste en la acumulación de objetos y de dinero.

Lo que parecía happening en sus eventos era parte del empeño que poníamos en mezclar todos los lenguajes posibles con el discurso político para lograr un fin comunicativo que en el fondo era llevar al público y los lectores un mensaje combativo pero también entusiasta, optimista y divertido como en un gran juego.

 

 

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¿Qué beneficios le brindó su paso por El Techo de la Ballena?

¿Qué ganancias? Pienso que fue haber logrado un discurso poético en el cual, por encima de las fronteras genéricas, se fusionaban la poesía y la ficción para expresar argumentalmente los conflictos y contrariedades entre el hombre urbano y la realidad, empleando la prosa de ficción y una pizca importante de humor, sátira, crítica y absurdo, que está presente también en casi todas las acciones del grupo. Gracias a esa postura afortunadamente fui siempre el marginal y francotirador que sigo siendo. Eso me parece.

 

Con su poemario ¿Duerme usted, señor presidente?, ¿qué pretendía Caupolicán Ovalles?

 Seguramente darse a conocer. Pero también pretendía comprobar, en contra de la opinión de los profesores de literatura, que la poesía puede convivir y juntarse con la política para exponer ideas y mensajes de aliento y de lucha en un estilo panfletario, siempre que el poeta emplee para expresarse un lenguaje revolucionario, innovador, actual. Lenguaje revolucionario no solo por lo que dice, sino por la forma en que dice el mensaje. Eso fue lo que hizo el pobre Caupolicán: Elevó a categoría estética el panfleto político, y tuvo éxito. Porque la forma propia de expresarse era la irreverencia. Cuando se escapaba de este molde, las cosas no le salían tan bien.

 

La celebración del 56º aniversario del manifiesto de El Techo de la Ballena ¿qué significa para usted como sobreviviente de esa agrupación?

 La celebración la veo, y debe verse, como una oportunidad de analizar y estudiar la tradición revolucionaria de los movimientos literarios del país durante el siglo XX. Y pienso sobre todo en La alborada, el grupo de Gallegos, Henrique Soublette y Salustio González Rincones. Estos escritores dieron ejemplo de consistencia intelectual, resistencia y persistencia, aunque fracasaron en un primer intento, hasta 1911 o 1912, cuando desapareció su revista.

También pienso que esta celebración debe servir de guía para continuar rescatando el patrimonio inmaterial dejado por esas agrupaciones combativas que existieron en Venezuela, a fin de que no se lo lleven para el exterior, golpeando nuestra identidad y soberanía, como pasó con Reverón y en parte también con las obras de El techo de la Ballena.

Por eso, el ensayo de lanzar una edición facsimilar de los libros de El Techo, pese a la precariedad de recursos con que se hizo, es una iniciativa importante y debe aplicarse a otros grupos, como por ejemplo, editar toda la obra inédita de Salustio González y de Dámaso Ogaz. Y así por el estilo.

 

 

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(T/Prensa/FEEPR)

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