(Trujillo, 1897-Caracas, 1958)

Escritor, abogado y político.

En 1912 se trasladó a Caracas e ingresó a la Academia Militar; dos años después, regresó a Trujillo y ejerció el periodismo. En 1918 se mudó a Mérida para continuar sus estudios de Derecho en la Universidad de los Andes.

Destacó por su trabajo en la administración cultural del estado, siendo secretario de la Universidad de Venezuela y director del Archivo General de la Nación, llegando a ser embajador para toda Centroamérica y presidente del Congreso de la República. En 1932 ingresa a la Academia Nacional de la Historia y de la Lengua.

En 1946, recibió el Premio Municipal de Literatura por su obra Casa León y su tiempo y en 1948, fue galardonado con el primer Premio Nacional de Literatura por su libro El regente Heredia o la piedad heroica. 

Entre sus obras se pueden encontrar tanto novelas como ensayos históricos y políticos como lo son: Alegría de la tierraVida y papeles de Urdaneta el jovenEl caballo de LedesmaLos RiberasCronista de Caracas (1951).

Sus restos yacen en el Panteón Nacional desde 1991.

Mensaje sin destino/Alegría de la tierra

Mensaje sin destino/Alegría de la tierra

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Mensaje sin destino, definida por su autor como “modesto ensayo de interpretación de nuestra crisis de pueblo”, recoge bajo un criterio de unidad, una serie de conceptos elaborados por Briceño Iragorry durante varios años de meditación en torno a los problemas nacionales.

Por su parte, Alegría de la tierra, reúne en cuerpo de libro diversos artículos en los que el escritor se dedicó a comentar en la prensa diaria, desde un punto de vista histórico, la crisis de la producción agrícola venezolana. “Olvidamos lo pequeño, lo urgente, lo ordinario de cada día. Olvidamos la tierra. Estas notas mías no constituyen sino una débil campanada entre las tantas como suenan en las torres prevenidas del patriotismo: son apenas recados, memorias, recuerdos de la alegría que mana de nuestra dulce patria. Son como notas recogidas del cuaderno donde el hombre viejo de Venezuela dejó el aviso de su experiencia agradecida. Como el cuaderno de bitácora marca al navegante de hoy el rumbo que siguió ayer el timonel, he querido recoger en esta terrestre bitácora las notas del viaje antiguo del hombre venezolano que trabajó con amor y fruto la pródiga tierra nacional”, sentenció Briceño Iragorry en su “Prólogo galeato” a este texto.

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