Ochenta y tres años, han pasado ya desde que El Chino Valera Mora vio la luz allá en su Trujillo natal. Conocido como uno de los más singulares poetas venezolanos, y de los más desenfadados que haya producido la lengua, es su obra una de las referencias más reveladoras de los rumbos que tomó la poesía escrita en español, durante los furiosos años sesenta en nuestro país.

Wiliam Osuna, presidente de la Casa Nacional de las Letras Andrés Bello, lo describe como “una persona bella, amorosa y altísimamente generosa que nunca dejo de ser subversivo ni tuvo concesiones con quien pudiera perjudicar su ética”. Víctor Valera Mora fue el mejor exponente de ese período de esperanzas en la lucha contra las opresiones sociales y la búsqueda de nuevos sentidos para la vida. “De todos los poetas contestatarios, ha sido El Chino el que ha nutrido más a la Revolución con su palabra, sin cobrarle un centavo, ni mucho menos vivir a costa de ella”, escribió Manuel Bermúdez, investigador y escritor venezolano.

Los llanos de Guárico fueron su cuna hasta que terminó el bachillerato y se vino a Caracas para estudiar sociología en la Universidad Central de Venezuela (UCV). Su ímpetu contestatario lo llevó a formar parte del Partido Comunista, lo le valió una visita los oscuros recovecos de la Seguridad Nacional de Marcos Pérez Jiménez.

Junto a Luis Camilo Guevara, Mario Abreu, Pepe Barroeta y Caupolicán Ovalles, el “Chino” desplegó una enorme actividad cultural, que derivó en la creación de la Pandilla de Lautréamont, en aquella Sabana Grande que albergaba en sus templos etílicos a este puñado de ilusos, pertenecientes a una imaginaria República del Este. También formó parte del vanguardista grupo El Techo de la Ballena.

Publicó en vida los libros La canción del soldado justo (1961), Amanecí de bala (1971, presentado por Salvador Garmendia y con ilustraciones de Carlos Contramaestre) y con el que ganó el Premio de Poesía del CONAC en 1980, Con un pie en el estribo (1972), y Los 70 poemas stalinistas (1979). Después de su muerte se publicó Del ridículo arte de componer poesía (1994) que recoge su trabajo poético entre 1979 y 1984.

El Chino Valera se marcha el 30 de Abril de 1984 producto de un ataque al corazón. Para Humberto Márquez, poeta y amigo del Chino, el Chino “fue revolucionario hasta la muerte, la irreverencia total, la poesía, el amor a la mujer, la revolución y la música. Todos venimos cortados por la misma tijera Valera Mora”.

T/ Prensa FEEPR

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