Por: José Zambrano

Sobre el cuerpo femenino prostituido,

la historia escribe entre líneas.

María Angélica Hernández

 

María Angélica Hernández nació en Chile en 1960, pero, a causa del derrocamiento de Allende, emigró a Caracas. Se hizo licenciada en Comunicación Social (1982) y en Letras (1993) por la Universidad Central de Venezuela. Fundó y dirigió el taller de poesía “Tierra de Nadie”.  Obtuvo el grado de magíster en Literatura Iberoamericana por la Universidad Estatal de Washington (1997) y el PhD (también en Literatura Iberoamericana) por la Universidad de Stanford (2008). Actualmente, reside en Estados Unidos y se desempeña como investigadora en temas de género, modernidad y descolonización.

En Estética del deseo, Hernández se aboca a una revisión diacrónica y sincrónica del personaje de la prostituta. En la primera parte, aborda tanto la figura de la hetaira (del griego ἑταίρα, hetaíra) como el concepto de alegoría, develando las raíces sagradas y primigenias de la mujer como figura central y divina, que es desplazada y satanizada, con el surgimiento de los mitos y religiones masculinizados. Asimismo, va desentramando el concepto de alegoría desde la antigüedad para hallar las correspondencias entre ambas figuras en lo literario, lo hermenéutico y lo filosófico, ya desde la comedia griega clásica (una época decadente de la rica Antigüedad). Posteriormente, en la segunda parte, analiza novelas, poesías y tangos del área de Río de La Plata; obras latinoamericanas enmarcadas en un período de cincuenta años: de 1880 a 1930, cuando se observa el proceso de “modernización” en la región.

Para Hernández, la prostituta ha dejado huellas de su paso en toda la literatura occidental; se ha revitalizado en momentos de fuertes transformaciones históricas y esta estructura revela la relación con la alegoría en su ser dialéctico medular. “De apóstol a pecadora”, nos dice en el capítulo donde habla del desplazamiento del culto erótico a la mujer y su tergiversación cristiana.

La función dada a la alegoría por la cultura “occidental” ha sido, entre otras, la idea de hablar de una cosa cuando en realidad se está refiriendo a otra; una imagen que no significa lo que muestra en un primer lugar, sino algo diferente. La meretriz se muestra en esos momentos donde “la familia monogámica patriarcal” y las formas del Estado (o sus instituciones) se sienten amenazadas; por estas razones, afirma la autora: “Ello permite señalar que este personaje no solo configura una elocuente alegoría de la Modernidad, sino también del devenir histórico”. Y continúa diciendo:

… la prostituta literaria va a operar dialécticamente impulsada por la dinámica alegórica, configurándose en una indicadora de las modificaciones y cambios acontecidos en la sociedad, especialmente, porque concentra sobre sí lo que he denominado una estética del deseo; no solo restringida al ámbito sexual, sino también al económico, al político y al social, entre muchos otros, manifestándose a veces simultáneamente, tanto en un sentido positivo como en uno negativo.

La figura de la “mujer caída”, alegorizadora de vicios y virtudes, nos permite apreciar cambios profundos en la moral y el comportamiento sexual de las sociedades. Es un signo mutable que se reafirma a veces en la poesía o en la pintura. Es, en sí misma, una de las formas donde logramos definir (o redefinir) lo que somos en lo público y lo privado. Pierde o gana atributos a lo largo de la historia según la voz que la describe y configura, pero es normalmente vista desde la mirada masculina imperante que, recurrentemente, quiere ver la patria representada como mujer y mancillada, precisamente, por el masculino soberbio y avaro. Inevitablemente, la meretriz expresa relaciones económicas y de trabajo, intensificadas en lugares como los arrabales o la periferia. Por eso, María Hernández llega acertadamente al análisis del tango o el cabaret dentro de la literatura. Esta obra explora los complejos personajes literarios expresión de esa alegoría, dentro de un espectro que deja ver todos esos resquicios, que abre un universo polisémico, crítico y estético, siempre atrayente.

Aquí se encontrará el público lector con un texto que explora la conciencia que se tiene actualmente de la mujer-otra, marginada, vilipendiada, pero también sacralizada, como representación del Eros deificado que aún pervive en el imaginario cultural moderno; o, en momentos, simplemente la visión que tenemos de la gestión del placer. Esperamos que este libro dé elementos para la lectura entre líneas del acervo cultural que hemos heredado, y es necesario un cambio de visión, un vuelco en el pensar, ya que –como nos dice Hernández– “pese a esa polivalencia en su alegorización de la Modernidad, la prostituta encarna, casi unívocamente, un destino de fatalidades…”.

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