Indira Carpio (Caracas, 1984) habla con naturalidad y educación, como si el otro fuera un amigo. Da gusto escucharla. No se queda en el papel de periodista o escritora, se sabe humana, quizá esa actitud logra crear proximidad y empatía en quien la escucha. Indira responde a esta entrevista con la certeza que le da el conocimiento y la experiencia para hablar cómo se relaciona su vida y su profesión.

Armaray Mijares: ¿Cómo fue tu infancia? ¿Cuáles eran las cosas que te gustaban hacer más de niña?

Indira Carpio: Mi infancia fue en Charallave, edo Miranda. Fue normal, sencilla y humilde, vengo de una clase social baja. Soy hija de una maestra y ella estudiaba, trabajaba y nos criaba al mismo tiempo. Somos cuatro hermanos, dos hembras y dos varones. Algo peculiar es que no jugaba con muñecas, lo hacía con hojitas. Me gustaba construir casas y jugaba con material de reciclaje. Mis padres trabajaban mucho y necesitaban que estuviéramos ocupados en deportes, música -pertenecí a la banda de la escuela tocando la lira-, cursos de manualidades. Por su parte, papá nos enseñó a jugar béisbol, fútbol y básquet. Y en especial, me enseñó a defenderme.

AM: Eres periodista, ¿qué aportes le ha dado tus estudios a tu vida personal y profesional?

IC: Es al revés, mis experiencias han nutrido la profesión. El periodismo es una profesión del hacer, de la experiencia, para mí es un oficio. En la medida en que se práctica se perfecciona. Dándole una voz a los demás, una se convierte en medio para que la voz de los oprimidos sea escuchada. La propia vida determina los caminos que una tome. Una es periodista de acuerdo a las necesidades propias y en especial a los colectivos de los que formo parte: mujer, madre, familia pobre, afrodescendientes. Todas esas situaciones condicionan el oficio del periodismo.

AM: ¿Cuál es la importancia de la lectura en tu vida? ¿Tu libro favorito?

IC: La lectura es fundamental para toda persona que ejerza el periodismo. Es medular para poder instrumentar la voz. Una necesidad básica. Es preponderante la lectura como método de formación y autoformación. A mí me encanta leer. En casa tenemos costumbre de leer a nuestras hijas. Los libros constituyen una parte importante de nuestra casa, tanto que gastamos más en libros que en ropa. Los libros son importantes como la comida.

Mis libros favoritos han variado de acuerdo a cada etapa por la que he pasado. He vuelto varias veces a Cien años de soledad. Me encanta Gabriel García Márquez. Cuando tengo necesidades espirituales regreso a Mujeres que corren con los lobos de Clarissa Pinkola Estés, es como una guía para la mujer. Recientemente leí Percusión y tomate de Sol Linares, una novela fascinante. En poesía me gusta Casa de viajes de Deisa Tremarias. Me gusta Medio pan y un libro, de García Lorca. Virginia Woolf, Mary Shelley, leo muchas autoras. Tenemos una deuda con la pluma de las mujeres porque nuestras bibliotecas están llenas de testoterona. Busco autoras para leer en literatura de distintos géneros. Más que un libro favorito me encanta la literatura hecha por mujeres, las privilegio en este momento.

Sobre el feminismo

AM: Para Indira Carpio, ¿qué es el feminismo?

IC: El feminismo implica un movimiento político, social, económico. Es heterogéneo porque hay varias corrientes pero todas coinciden en reconocer a la mujer, reivindicar el papel de la mujer en la historia y exigir un trato igualitario, un trato de las condiciones en la que las mujeres han sido sometidas.

En mi visión propia, es la oportunidad histórica que tenemos las mujeres de agruparnos, protegernos, defendernos y conseguir para la mitad de la población mundial un reconocimiento de su trabajo, su papel en la historia, su propia humanidad. Si fuera hombre también fuera feminista. Los hombres también son víctimas del machismo, son víctimas y victimarios. Esta posición representaría para las mujeres y los hombres un avance significativo en el reconocimiento de la humanidad del otro. Es la oportunidad de ser más humanos, de avanzar en la consecución de los derechos. El feminismo es una fuente inagotable de estudios, de temas, de oportunidades para escribir y decir porque en ese movimiento nos inscribimos todos los que defendemos la humanidad.

El lado opuesto es que cuesta que algunas mujeres se reconozcan feministas porque muchos se han dado a la tarea de demonizar y rebajar el término. Algunos comparan el nazismo con el feminismo, llamándolas feminazi.

AM: En estos últimos años, temas como el género, la violencia contra la mujer y el feminismo han tomado la palestra. El movimiento #MeToo se originó en redes sociales para denunciar abuso y acoso sexual de Harvey Weinstein, pero fue más allá y las mujeres decidieron también mostrar lo que viven cada día. ¿Qué opinión tiene sobre estas denuncias? ¿Es un placebo que queda en la inmediatez de las redes o puede ser el inicio de alzar la voz contra los abusos?

IC: Las redes sociales pueden tener un buen uso cuando incentivan a la gente para transformar las vidas de las personas. La campaña #MeToo tuvo un impacto positivo en las redes, porque permitió a muchas mujeres expresarse y desentrañar también a las que no tenían como decir que estaban siendo sometidas a situaciones de agresiones, de violencia y no se habían dado cuenta.

Para otras, a sacarse un veneno que según Jung si tú no lo sacas no revelas la sombra, no puedes trabajar con la luz. Pudieron contar su experiencia para de alguna manera sanar. Además, permite que la gente exteriorice una situación violenta, que puede ser pasajera o circunstancial. La violencia es una enfermedad social que carcome a las mujeres del mundo, es un cáncer mundial, una situación de vulneración de los derechos de una comunidad que no se toma en cuenta. Esto te dice mucho de quienes manejan los poderes del mundo en una sociedad patriarcal.

Las actrices son una bandera expresa de que esta situación sucede en todas las áreas y que en todas partes ocurre la vulneración de los derechos de la mujer. Ellas son una voz. Como dice la escritora argentina Samantha Schweblin: las escritoras escriben y las actrices toman de los que las escritoras escriben para decir”. Las actrices han pasado por una formación previa de las feministas que las antecedieron y de esta manera, ellas puedan expresarse.

AM: ¿Cómo la literatura puede visibilizar estos temas: feminismo, género, violencia contra la mujer?

IC: La literatura puede y lo hace cuando lo escribe y describe. No es solo condenar las prácticas patriarcales, machistas, misóginas y femicidas, sino de mostrar cómo realmente pasan para sensibilizar al respecto. Yo no estoy de acuerdo con condenar sino con mostrar para que la gente se encargue de decir “eso no está bien”, que sienta el dolor de otro, se sensibilice con el hecho en sí. Por ejemplo, la descripción de una violación, aunque suene fuerte y una gente no le guste, hay que decirlo porque ese taparse los ojos, ese ocultarlo, ese decir eso ‘no me pasa a mí, ni a mi familia’, hace que sigamos en las mismas y avancemos más lento de lo que podríamos avanzar en la solución de algunos casos terribles. La literatura ayuda porque es un método para llegar a la gente.

AM: ¿Cómo llega a las mujerícolas del libro? ¿Fue difícil hacer la selección? ¿Alguna en especial?

No fue difícil hacer la selección y llego a las mujerícolas del libro porque era una columna que escribía en el portal Desde la palabra. Son cincuenta mujeres, cincuenta mujerícolas. En ese momento, esas mujeres me estaban influenciando. El método de trabajo fue escoger una mujer cada semana para estudiarla y hacer los perfiles.

AM: Se puede decir que Mujerícolas es un híbrido de géneros: crónica, ensayo y poesía. Además, esas mujeres forman parten de la Intrahistoria, aquella que no se cuenta o se cuenta de manera solapada, ¿qué deseas mostrar con ellas al lector?

IC: Con Mujerícolas dije voy a escribir sobre mujeres que me estaban marcando pauta. Esas mujeres son a capricho por eso, estaban acompañándome en el momento en el que escribía de ellas. Mujerícolas era una sección en una columna semanal que tenía en una página web venezolana. Fue Giordana García Sojo, escritora y editora, quien decide agruparlas y hacer el libro. Ella fue la  artífice del libro, yo solamente escribí las historias. Fue un ejercicio propio y muy individual que luego compartí con amigas que se sentían identificadas. Nunca me propuse que fuera un híbrido de géneros, ni un libro.

AM: Cuando se habla de heterónimos se piensa en Pessoa, ¿Indira Carpio se influenció en el escritor portugués para darle voz y letra a Mundia Magdaleno, Franco Fernández y Amalia Rosa?

IC: No, he leído Pessoa, pero no he leído sus heterónimos. Cuando yo comencé con los míos, no le dije a nadie que escribía con heterónimos solo comencé a publicar bajo el seudónimo de Mundia Magdaleno. Una amiga me dice que quiere conocerla y yo me hago la loca, pero sigo publicando. Son mis amigos que determinan que Mundia Magdaleno era yo y me cuentan sobre Pessoa.

Muchos escritores han tenido la pulsión de desdoblarse, de escribir con otra voz, de no estar mediados por su nombre, en mi caso yo quería inventarme una mujer de más de 40 años, que hablase con fuerza y que fuera pasional. Me encantaba ese personaje que era más teatral que poética. En mí, la pulsión del teatro es fuerte, me llama, me convoca, quería inventar personajes. Franco Fernández es el nombre de un tío importante en la historia familiar. Amalia Rosa es el nombre de mi abuela y lo inventé para que estuviera conmigo. El poemario Frutos Extraños, ganador del Stefania Mosca 2018, y otro escrito recientemente tiene el nombre de Amalia Rosa.

 

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