Una experiencia extraordinaria y original a partir de la cual, como en pocos otros casos, nos encontramos con una mina de oportunidades para discutir abiertamente entre todos, comprobar teorías y acechar soluciones novedosas, tipologías insólitas, estructuras inteligentes. Una magnífica, emocionante estructura en el aire, un acontecimiento invalorable de donde aprender a gozar de la vida urbana, un ejemplo para comenzar a diseñar y construir otras cosas, un verdadero comienzo o esbozo de un árbol para vivir a escala del siglo xxi, que si este país no fuese lo que hasta ahora ha sido, hubiese aceptado, imitado, superado con alborozo y acierto, en lugar de callarse la boca por no hablar mal del mito Fruto Vivas o por no aceptar consecuentemente las generosas implicaciones que se desprenden en este gran castillo de naipes varado en la orilla.
Juan Pedro Posani
Al arquitecto Fruto Vivas se le puede describir empezando por su casa: liviana y fresca, construida en Barquisimeto con láminas dobladas, bagazo de caña y techo de zinc… ¡con aislante para el calor! Así mismo es Fruto: natural, orgánico, autóctono, preventivo y muy, muy inteligente. No nació en Barquisimeto, sino en La Grita, estado Táchira, un 21 de enero de 1928, con el nombre de José Fructoso Vivas. Curiosamente, el venezolano detrás de las obras arquitectónicas más reconocidas dentro y fuera del país nació en una carpa de lona andante, debido al trabajo de su padre.
Sus primeros contactos con la profesión que le dio tanto reconocimiento fueron a muy temprana edad, cuando su madre le pedía que elaborara con barro las casitas para el pesebre. Cuando por fin se establecieron en Cordero, participó en la construcción de su propia casa. Tenía alrededor de 12 años y fue elaborada con barro tapia y bareque. Allí vivió rodeado de cafetales, en un pueblo pequeño y tradicional, donde las fiestas patronales y el sentido comunitario del lugar inspiraron su sensibilidad por lo popular, que años después se traduciría en su mayor proyecto de vida.
Pronto se mudó a Caracas con sus hermanos mayores, cuyos sueldos obligaban al tachirense a pintar y vender cuadritos de toreros en baldositas de cerámica para ganar su propio dinero. A falta del mismo, puso atención a un anuncio en el periódico: “Se busca dibujante arquitectónico”. Para ese entonces, no era dibujante ni arquitectónico, pero ya era bien creativo; dibujó una casa a la que llamó “Quinta Sinfónica” que tenía notas musicales en las rejas y obtuvo el puesto, a la edad de 16 años.
Ingresó entonces a la constructora Branger, donde conoció y trabajó para José Agüero, autodidacta y arquitecto innato, que acompañó el resto de su vida a Fruto e influyó en su intuición arquitectónica. Bajo el cargo de “proyectista”, debido a que no había escuelas de arquitectura en el país, el joven aprendió lo básico y más allá del oficio, incluso antes de profesionalizarse como arquitecto. Esto último ocurrió de la misma forma como se topó con la ocupación, a través de un titular en el diario: “Se abre la Facultad de Arquitectura de Caracas”.
Durante sus estudios en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela (UCV), mató tigritos como calígrafo, pintor de anuncios de carretera, diseñador y ayudante del profesor Agüero. Poniéndole nombre y teoría a todo lo que ya había aprendido en la constructora, siendo apenas un estudiante, ganó el concurso del Club Táchira en 1955 frente a contrincantes de amplia trayectoria y diseñó la primera obra que lo ubicó ante el país como un prodigio de la arquitectura.
El Club Táchira es una edificación de superficie de doble curvatura y fue donde puso en práctica sus estudios sobre las estructuras límites y de mínimo peso, que tanto han caracterizado su trabajo. En ese proyecto, trabajó con el internacionalmente reconocido arquitecto español Eduardo Torrojas, quien le sirvió como maestro. También ganó los concursos del Club Demócrata y el Club Ciudad Olímpica de Cúcuta; además diseñó el Hotel Moruco de Mérida, en el que demostró su inclinación por la arquitectura populista, de la cual sería el mayor propulsor años más tarde.
Antes de graduarse, también se le llamó a diseñar la casa del gobernador de Caracas, que cautivó a Marcos Pérez Jiménez y cuya estructura hoy aún se conserva. Compartió con el mundialmente famoso colega Oscar Niemeyer, a quien admiró enormemente y de quien aprendió muchísimo. Al igual que su amigo Aquiles Nazoa, quien le enseñó todo lo que sabía sobre lógica estructural. En 1956, Fruto egresó y de inmediato se incorporó al cuerpo académico de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UCV.
Unos años después, el arquitecto que había sido perseguido por los poderosos debido a su talento, empezó a ser perseguido debido a sus ideales políticos; influido por el estallido de la Revolución cubana y su sentimiento intrínseco a favor del pueblo, se unió de manera clandestina a la lucha armada contra el régimen de Rómulo Betancourt; se enlistó en las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional y trabajó en una fábrica de armas. Una vez descubierto y despedido de la universidad, Fruto se trasladó a La Habana, Cuba, donde dirigió durante tres años el Centro de Tecnología de la Vivienda, desde el que diseñó casas seguras y prefabricadas para guerrilleros, así como refugios de armamento.
Arquitectura natural
Después de la experiencia en Cuba, regresó al país con ideas de arquitectura masiva y popular aún más arraigadas. Su filosofía arquitectónica se inclinó por completo a la búsqueda de estructuras de reproducción masiva y bajo costo, de múltiples usos y de realización tan sencilla que cualquiera pudiese construir su propia edificación; es decir, una arquitectura al alcance de todos, lo que trajo discrepancias con las políticas habitacionales de los gobiernos de la época que promovían la industria inmobiliaria capitalista.
Aun así, el arquitecto se integró a la vida civil sin apartarse de la lucha por los desfavorecidos. Participó en la invasión que propició la creación del Barrio Ezequiel Zamora, siguió investigando las estructuras límites y cómo integrarlas a la naturaleza, influenciado por el también famoso arquitecto venezolano Carlos Guinand Sandoz.
Según sus propias declaraciones para “Ser artista en Venezuela”, una vez más, un anuncio en el periódico le cambia la vida: “¿Quiere conocer Canaima?”. Empacó una toalla y un traje de baño; “¡Sí!”. Él y un amigo que lo acompañaba se descubrieron sin carpa y sin sleeping bag en la noche selvática. Uno de los guías indígenas los invitó a dormir en su morada, a lo que accedieron sin dudar y descubrieron un refugio inimaginable: la brisa trasladaba la espuma que se formaba al pie del Salto Ángel y esta, para bendición de los nativos, se acumulaba en la copa de los árboles, formando un techo de ligera espuma.
Como algo predestinado, toda la filosofía arquitectónica de Fruto vino de los árboles. Descansar en ese lugar de fábula le hizo reflexionar sobre la monumental estructura vegetal y su relación con la casa del hombre e ideó su mayor proyecto, “Árboles para vivir”. El primero de ellos empezó a hacerse realidad en Lechería, Anzoátegui, en la década de los setenta. Allí, el arquitecto fundió todo lo que había aprendido sobre la ligereza de las estructuras límites, el sentido social de la arquitectura masiva y popular y sus creencias sobre la armonía entre la naturaleza y la vivienda humana. Se armó entonces un edificio flotante con ciento ochenta apartamentos, que compromete menos el suelo, que se adapta a la temperatura y aprovecha las corrientes de aire y que, por ser prefabricado con materiales más livianos, su construcción demoró solo cuarenta y cinco días. Por esta y otras obras, recibió el Premio Nacional de Arquitectura en 1987.
En 1999, lo volvió a hacer. Se le designó el diseño del pabellón para la Expo 2000 en Hannover, Alemania. Fue cuando diseñó la famosa Flor de Hannover, alusiva a la orquídea venezolana sobre un tepuy, propio del país. Aunque a algunos les pareció un imposible, “La primera estructura automática mutante del mundo” se hizo realidad y llevó el nombre de Fruto a los rincones del mundo donde todavía no lo conocían. Posteriormente, en el 2008 fue trasladada a Barquisimeto y, en 2013, fue nombrada Patrimonio Cultural de Venezuela.
A partir de ese diseño, consolidó lo que algunos de sus colegas denominan un “nuevo lenguaje arquitectónico”, en el que se busca imitar la naturaleza a partir de sus leyes de concepción, de manera respetuosa con esta misma, que integre la mayor cantidad de materiales orgánicos, que sea fresca y adaptable al clima, ultraliviana, ultraeconómica, simple y accesible para todos. Este concepto le valió el principal premio de la IX Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo (BIAU) en 2014.
Si bien mucha gente le adjudica la invención de esta filosofía, Fruto alega que él solo se ha inspirado en las insuperables estructuras que la naturaleza diseñó muchísimo antes que él, como los panales de las abejas o los nidos de los pájaros. Además, es fiel creyente de que las respuestas están en el saber popular y que los aborígenes hace tiempo desarrollaron estos conocimientos.
Todo su aprendizaje sobre arquitectura popular lo plasmó de manera didáctica en el libro Las casas más sencillas, un manual de construcción donde explica a las personas cómo realizar su propia casa con materiales económicos, consciente de que “cuando alguien hace su propio edificio, lo hace bien” y de que la arquitectura de las masas es una respuesta habitacional para los pueblos. En esa misma onda, condujo un programa de televisión homónimo, transmitido en varios canales del Estado.
Entre sus más recientes obras, figura el Mausoleo donde reposa el cuerpo de Hugo Chávez desde 2013, que diseñó junto con otros colegas de manera gratuita y al que incorporó una flor, en representación de la vida. En 2016 estuvo en proyectos de diseño de la Embajada venezolana en Cuba.
La Fundación Editorial El perro y la rana seguirá reconociendo el trabajo de las distintas personalidades venezolanas que han ofrecido significativos aportes en distintas ramas del conocimiento y que forman parte importante de nuestro catálogo. Abrimos este ciclo con Fruto Vivas, para descargar los títulos que hemos tenido el honor de publicar: Las casas más sencillas (2011), Premio Nacional de Cultura Fruto Vivas (2010) y Crónicas de la rebeldía (2008), visita nuestras redes.
Si deseas conocer más sobre la vida y obra de Fruto Vivas, ingresa a frutovivas.net. Para mantenerte al tanto de nuestras novedades y artículos especiales, visita http://www.elperroylarana.gob.ve/ o síguenos a través de @perroyranalibro en Twitter y Fundación Editorial Escuela El perro y la rana en Facebook.
(Fuentes audiovisuales: “Ser artista en Venezuela”, Entrevista RT, Dossier y Registro Nacional Voz de Los Creadores).
(T/Prensa/FEEPR)
Jose Vivas nacio en 21 de Enero, 1928. No en 21 de Noviembre.
Muchas gracias por la observación, ya hemos hecho al corrección. Saludos.