Por Oswaldo Antonio González

La frontera entre Venezuela y Colombia ha estado bajo la lupa de cierta prensa internacional debido al incremento del flujo de venezolanos que han decidido salir del país en busca de lo que consideran “mejores condiciones de vida”. Esta movilización de personas que logran salir de Venezuela e ingresar a otros países latinoamericanos sin mayores amenazas a su integridad ha querido mostrarse como una de las mayores crisis migratorias de todo el mundo. Funcionarios del Gobierno estadounidense han acudido a observar en vivo la dinámica y a hacer llamados y denuncias por la “gravedad” de la situación. Funcionarios de un Gobierno que impide, a sangre y fuego, el ingreso de migrantes cuyos derechos humanos desconoce constantemente y a los que no reconoce ni siquiera el derecho a la vida, pues muchos son los que pagan con la muerte el intento de cruzar la frontera entre México y EE. UU.

La línea divisoria ubicada en el desierto de Sonora en Arizona tiene, del lado mexicano, dos cercos de alambre de púas fijados a troncos podridos, seguidos de una línea férrea, y un camino de tierra y dos cercos de púas de alta tecnología sostenidos por vigas de acero del lado estadounidense. Muchos y muchas han dejado trozos de labios, nariz y mejillas colgados de esas púas que separan una vida sumida en una pobreza histórica de un sueño de abundancia suficiente para sacar de la miseria a la familia que dejan atrás. Sueño que en muchas ocasiones se vuelve pesadilla. Como dice Ilka, la valiente autora de este testimonio titulado Historia de una indocumentada. Travesía en el desierto de Sonora-Arizona: “La frontera roba mucho, va secando el alma poco a poco, la alegría la convierte en veneno que consume todo deseo de subsistencia. No hay sueños, ninguna ilusión por el mañana; somos los migrantes clandestinos espectros”.

Ilka Oliva Corado, escritora y poeta nacida en Comapa, Guatemala, quien gentilmente permitió a la Fundación Editorial El perro y la rana reeditar su libro Historia de una indocumentada. Travesía en el desierto de Sonora-Arizona, originalmente publicado por su propia editorial, cuenta que se decidió “a escribir para darles vida a los desaparecidos sin identidad que murieron en el intento” de lo que ella pudo lograr, “para relatar lo que muchos ven y fingen desconocer, lo que es real y se traga las vidas de miles”. Para escribirlo tuvo que esperar diez años hasta que finalmente la serenidad llegara a su alma y lograr “sacar el veneno que no me dejaba respirar. Porque es necesario que lo que se vive en la frontera salga de la llaga de un recuerdo amargo que llevamos miles en la memoria”. Y no es para menos tanta amargura, ya que fue testigo sobreviviente de horrores, injusticias y crímenes atroces a lo largo de una desértica frontera cubierta de los cuerpos sin vida de hombres, mujeres y niños migrantes que perecen en la tentativa, muchos con perforaciones de balas, víctimas de la Patrulla Fronteriza, grupos delictivos o de los escuadrones de “espontáneos” que dicen defender a su nación cuando violan, disparan y azuzan sus perros cebados con carne humana, y que resultan invisibles para la justicia estadounidense.

Este es un libro escrito sin adornos retóricos y con un lenguaje directo propio de quien no escribe ficciones ni busca despertar lástima ni misericordia, sino apelar a la conciencia y servir de “denuncia potente sobre las políticas migratorias estadounidenses, ahora recrudecidas con fines crematísticos y discriminatorios por el presidente Donald Trump”, como bien lo señala en la presentación Lenin Brea, quien asumió la responsabilidad de esta edición junto con Yessica La Cruz como correctora. El día 10 de noviembre, en la Casa Amarilla a las 2 p.m. en los espacios de la Filven 2018, La Fundación Editorial El perro y la rana estará presentando esta valiente publicación en su versión impresa. Obra que grita lo que muchos callan y sobre lo que los medios del establishment prefieren no comentar. De esta manera, la Fundación busca “unirse a la protesta, a la lucha y reivindicar la consigna: ¡Ningún ser humano es ilegal!”

 

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