Ida Gramcko (Puerto Cabello, 11 de octubre de 1924 – Caracas, 2 de mayo de 1994) fue una poeta, dramaturga, ensayista, narradora, cuentista y periodista venezolana. Se inició en las letras desde muy joven con el poemario Umbral (1942). A los diecinueve años se convierte en la primera reportera de periodismo policial y cronista en el diario El Nacional. A los cuarenta años egresa como Licenciada en Filosofía de la Universidad Central de Venezuela en donde dictó la cátedra de Poesía y Poetas en la Escuela de Letras.

Voz

Hay alguien que llama desde remotas cimas,
hay una voz profunda que me pide estar cerca.
Los aires se arremansan en corrientes continuas
hasta fundir los ecos en la dormida piedra.
El camino es un paso que dio el gigante mundo
con sus botas de angustia, pensativas y negras;
era un viajero entonces, desamparado y rudo,
y con su andar de nave fue duplicando huellas.
A veces tengo alas. Los cabellos furtivos
se fugan entre ratos de las furias del viento,
las manos, como arañas, van tejiendo en sus giros
una red infinita de locura y de ensueño.
¡Llegaré hasta la cumbre! Tendré todas las flores
azules y mojadas que habitan en las cuevas,
y habrá un concierto claro de pájaros y voces
en la garganta virgen de la desnuda tierra.
Hay alguien que me llama desde remotas cimas
y voy tras su llamado como la humilde sierva:
manos y pies descalzos…entre luces y vidas,
hasta la voz profunda que me pide estar cerca.

Cámara de Cristal 

Cámara
de cristal
mi lágrima.
Y el mar.
Y alcoba pálida
mi sollozo.
Mundo de celofán.
Pecera de hondo
movimiento estelar.
Niebla de otoño.
Y algo más
que naufraga en mi llanto misterioso.

Caracol, el hermano

Caracol, el hermano
el mismo yo, mas caracol. Concisa
su forma sigue sin barniz ni estrago
para que el hombre sufra un alma rica,
un alma suya en el vellón y el gajo,
íntima, inmensa, siempre en sed y ahita.
Así construimos un lugar humano,
pero tan lleno de él como de brisa.
Inventamos
una pared de cal… ¡y tan distinta!
Un muro nuevo, ¿raro?
Sólo en su fresca soledad continua.
– ¿Soledad, otra vez lo solitario,
otra vez la distancia? ¿Y la caricia? –
Cálmate, amor; lo nuestro es lo lejano,
toca el largo perfil, la piedra lisa
dice por voz de su vigor; yo te amo.
La forma singular es la infinita.

 

 

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