Este lunes 9 de octubre, se conmemoran 50 años de la detención y posterior asesinato de Ernesto Guevara de la Serna, (Che), el guerrillero heroico que se eternizó en el espíritu de los pueblos que luchan por erigir un mundo digno e igualitario. Fue en Bolivia la última batalla del guerrillero heroico, a la cabeza de su guerrilla emancipadora, que trataba de emular la proeza de los libertadores de la Patria Grande.

Guevara creía firmemente que el altiplano andino estaba situado estratégicamente para propagar una revolución por todo el continente, por estar ubicado en la médula de Suramérica. A esta causa se unieron ciudadanos argentinos, cubanos, peruanos y bolivianos, lo que conformó un total de 47 combatientes. Cabe destacar que entre ellos había una mujer, Haydée Tamara Bunke Bider, popularmente conocida como la Comandante Tania. Es así como nace el Ejército de Liberación Nacional de Bolivia (ELN), que fue acogido por una red de apoyo específico que no combatía de forma armada; su misión era mantenerlos prevenidos de las acciones de las fuerzas enemigas.

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El centro de operaciones del ejército insurgente de Guevara estaba ubicado en una finca tributaria estacional del Río Grande, a 250 kilómetros al sur de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra.

El 23 de marzo de 1967, se dan los primeros enfrentamientos, una lluvia de balas arrebata la pasmosa serenidad del valle de Ñancahuazú, cuando el ELN toma por asalto una unidad militar; en este acontecimiento pierden la vida dos soldados. La embestida del ejército no se hizo esperar, la conflagración había comenzado, los enfrentamientos se hicieron mas frecuentes y el 20 de abril acaba dándose un suceso que cambiaría los planes iniciales del ELN: las autoridades bolivarianas apresan a dos miembros de la red de apoyo, el francés Regis Debray y el argentino Ciro Bustos, quienes fueron expuestos a castigo físico y mental obligándolos a revelar información clave sobre la guerrilla, como por ejemplo que era el Che quien la capitaneaba. Este acontecimiento fue significativo para lo que sobrevendría en los meses por venir.

Los enfrentamientos no cesaron y a fines de septiembre el ataque del ejército boliviano se incrementó. La consternación en la guerrilla se hacía presente; a mediados de julio el asma menoscaba seriamente la salud del Che. La columna guerrillera transitó por una región inhóspita y a paso lento. El contexto político-social en Bolivia declinaba, pero Guevara y su tropa estaban en situación de aislamiento, en ese momento fueron incapaces de aprovechar el marco que se proyectaba. En su diario, el día 14, Ernesto escribirá: “El PRA y el PSB se retiran del frente de la revolución y los campesinos advierten a Barrientos sobre una alianza con Falange. El gobierno se desintegra rápidamente. Lástima no tener cien hombres más en este momento”. Ddesdichadamente, no era solo los combatientes lo que se requería para revertir la realidad. La guerrilla a esta altura estaba condenada al fracaso por falta de un movimiento político en localidades que operara a la manera del 26 de julio en Cuba. Las condiciones del entorno eran desfavorables para hacer crecer el movimiento revolucionario: el alistamiento necesario del campesinado boliviano, la falta de un tejido de comunicación que certificara el accionar conjunto de la ciudad y el campo, todo ello unido a las propuestas políticas acordes a la situación que vivía Bolivia. Muy lejos estaba el ELN de asemejarse al célebre ejército rebelde cubano, eran muy distintas las condiciones sociales y políticas bolivianas como para permitirlo.

La guerrilla resistió la embestida de las fuerzas armadas bolivianas y de la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Corría el sombrío y lúgubre 8 de octubre de 1967, cuando, ya diezmado en sus fuerzas, el Che libró su último combate, enfrentándose al ejército dirigido por el capitán Gary Prado; fue capturado en la quebrada del Churo, para luego ser reubicado en la localidad de La Higuera, en Vallegrande, y es aquí donde comienza el fin de su vida. Finalmente, Ernesto Guevara es asesinado el 9 de octubre por órdenes de la CIA y del gobierno boliviano de la época encabezado por el presidente Rene Barrientos.

El encargado de cumplir la orden fue el soldado Mario Terán, quien rememoró en el diario El Mundo (http://bit.ly/2y1uBpM), el 23 de noviembre de 2014, los acontecimientos:

Al verme me dijo: “Usted ha venido a matarme”. Yo me sentí cohibido y bajé la cabeza sin responder. No me atrevía a disparar. En ese momento vi al Che grande, muy grande. Sentía que se me echaba encima y cuando me miró fijamente me dio un mareo. Pensé que con un movimiento rápido podía quitarme el arma. “Póngase sereno, usted va a matar a un hombre”. Entonces di un paso atrás, hacia el umbral de la puerta, cerré los ojos y disparé la primera ráfaga. El Che cayó al suelo con las piernas destrozadas, se contorsionó y comenzó a regar muchísima sangre. Yo recobré el ánimo y disparé la segunda ráfaga, que lo alcanzó en un brazo, en un hombro y en el corazón.

El Che fue asesinado el 9 de octubre. Sus restos fueron desaparecidos por los soldados pero su diario llegó a la mano de Fidel Castro, quien lo publicó posteriormente.

En 1995, durante el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada, se autorizó la exploración de los restos del comandante Che, que fueron finalmente localizados en Vallegrande y repatriados a la heroica Cuba, donde recibieron el digno homenaje que merece un hombre de su talante.

Por su compromiso en la construcción del hombre nuevo, por su forma de morir, Ernesto “Che” Guevara se convirtió en un paradigma a seguir, incluso para el comandante Fidel Castro Ruz: el prototipo del hombre nuevo era el Che. El escritor francés Jean-Paul Sartre lo calificó como “el ser humano más completo de nuestra era”. Su imagen es mundialmente reconocida y utilizada a la hora de hablar de revolución. En América del Sur se desencadenaron varias réplicas del movimiento guerrillero del Che en los años 70 y 80 y él se ganó su puesto en la historia como un referente en la lucha contra el capitalismo y el imperialismo mundial.

T/ Prensa/ FEEPR

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