Esther Pineda es caraqueña, se desenvuelve con la naturalidad que imprime vivir en una ciudad con una dinámica difícil pero que no le arrebata su temple. Sus estudios universitarios han tenido como sede a ¨la casa que vence sombras¨, la Universidad Central de Venezuela. Defiende la equidad, la justicia y la igualdad de todos pero en especial de los grupos que han sido inferiorizados por múltiples razones a través de los siglos:  las mujeres, los afrodescendientes, la comunidad Lgbti.  Esther responde a esta entrevista con la certeza que le da el conocimiento y la experiencia para hablar cómo se relaciona su vida y su profesión.

 

Armaray Mijares: ¿Cómo fue tu infancia? ¿Cuáles eran las cosas que más te gustaba hacer de niña?

Esther Pineda: Crecí en un hogar muy amoroso y receptivo, en el cual siempre tuve libertad y apoyo para desarrollar mi creatividad, además del impulso de que como niña podía lograr lo que me propusiera. Estudiaba mucho porque sentía que lo que aprendía en la escuela no me era suficiente, tenía mucha curiosidad, quería saber más, el estudio para mí no era una obligación sino una distracción, por lo cual me formaba también de manera autodidacta. No tenía oportunidad de aburrirme, disfrutaba los dibujos animados y distribuía mi tiempo en diversas actividades artísticas como el dibujo a mano alzada, la pintura sobre cerámica, la pintura al óleo, la elaboración de muñecos artesanales, entre otros; sin embargo en la adolescencia fui progresivamente abandonando el interés por estas formas de arte y acercándome cada vez más a otras como el cine y la literatura.

AM: Siendo muy joven ya tienes un postdoctorado en Ciencias Sociales. ¿Qué aportes te ha dado los estudios a tu vida personal y profesional?

EP: Las sociedades contemporáneas transitan cada vez más hacia un proceso de idiotización, donde el conocimiento, la formación académica y el cuestionamiento de la realidad han perdido valor, esto no es inofensivo, por el contrario, es una de las principales limitaciones para el pleno desarrollo de los individuos y de las sociedades; por ello, para mí el conocimiento es el mecanismo por excelencia para la transformación personal y colectiva. En mi caso las herramientas adquiridas durante mi formación profesional me permitieron tomar conciencia de mi condición y posición de sujeto social ligado a mi experiencia de género, clase y etnicidad, me permitió reconocerme, apropiarme de esa experiencia, transformarme, pero también acompañar los procesos de reconocimiento y transformación de otros, y con ello, de alguna forma incidir en la desarticulación de formas de dominación y desigualdad.

Además, contrario a la mayoría de los autores que comienzan a escribir a muy temprana edad, la escritura llegó a mí de adulta, como una consecuencia de mi formación como socióloga. La sociología profundizó mi curiosidad innata, me llevó a cuestionar mi realidad, a buscar respuesta a mis experiencias y las de otras personas o grupos, a ponerle nombre a la preocupación y la inconformidad a las múltiples inequidades que presenciamos o vivimos como sociedad, pero este cuestionamiento e investigación individual no era suficiente, tenía la necesidad de compartir y transmitir esas interrogantes, reflexiones y hallazgos; fue eso lo que me llevó a escribir.

Posteriormente continué mi formación académica con los niveles de maestría, doctorado y postdoctorado, sin dejar de acercar mis contenidos e investigaciones a los lectores en distintos formatos que van desde las columnas de opinión, los artículos de divulgación en publicaciones periódicas, los artículos académicos en revistas especializadas y los libros, tanto en Venezuela como en distintos países de América Latina y Europa. Pero en los últimos dos años también ha surgido en mí la necesidad de comunicar desde otras narrativas, por lo cual además del ensayo he incursionado en géneros como la investigación periodística, la crítica literaria y la poesía.

 

AM: ¿Cómo llegas a los temas donde te has especializado: mujer, etnicidad, género, feminismo, derechos Lgbti?

EP: Me especialicé en estos temas como producto de mi condición ontológica, es decir, de lo que soy, de lo que no puedo cambiar, de lo que condiciona mi existencia y experiencia. Como mujer y afrodescendiente he experimentado en carne propia la desigualdad y la discriminación que configura y ejerce el sexismo y el racismo. Ante estos prejuicios tenemos dos opciones: aceptar y reproducir la desigualdad y la discriminación, o enfrentarlas y desarticularlas, yo elegí la segunda. Esto me llevo a la lectura de autoras como Simone de Beauvoir, Angela Davis y Bell Hooks, lo cual en definitiva reafirmó que mi experiencia personal debía marcar mi camino profesional, no podía trabajar y escribir en otra área, en otros temas que no fueran estos que me afectan directamente, que me involucran, me conmueven y me apasionan.

El movimiento #MeToo, el feminismo en redes sociales y el aborto

AM: El movimiento #MeToo comenzó para denunciar la agresión y el acoso sexual del productor de cine Harvey Weinstein. Pero no solo quedó allí, las mujeres denunciaron los abusos sucedidos en su contra para visibilizar el problema. En contraparte, algunos hombres dijeron que lo estaban haciendo como un modo de vengarse o perjudicarlos. ¿Cuál es su opinión sobre el tema?

EP: El acoso sexual es una de las formas de violencia contra la mujer más antigua que existe, está presente en los diferentes ámbitos en los que participamos y hacemos vida: en el ámbito educativo, el trabajo, la familia, los espacios recreativos, los partidos políticos, el espacio público, etc., pero lo que logró el movimiento #MeToo fue sacar este fenómeno del anonimato. Pese a las críticas que ha recibido por parte de los movimientos feministas que afirman que este movimiento no representa las experiencias concretas de la diversidad de mujeres vulneradas y precarizadas en la sociedad contemporánea, la realidad es que al  hacer uso de las tribunas mediáticas mundiales creó las condiciones para que se discutiera un tema del que pocos se atrevían hablar, colocó en las pantallas un asunto que nadie quería mostrar y motivó a mujeres a hablar sobre el acoso que han experimentado. Esto por supuesto no iba a pasar desapercibido, ante la emergencia de cualquier iniciativa que denuncie las formas de violencia o discriminación de las que son víctimas las mujeres, el patriarcado arremete descalificando al movimiento feminista, banalizando sus denuncias, agrediendo física o verbalmente, desconociendo o minimizando el fenómeno, responsabilizando a la víctima o desconfiando de sus testimonios por “no haberlo dicho antes”; pero no se debe perder de vista que estos testimonios tardíos responden al temor que viven las mujeres de ser culpadas, rechazadas y repudiadas en sus círculos familiares, sociales y profesionales, en una sociedad acostumbrada a culpar a la víctima y a justificar a sus agresores.

 

AM: En Argentina (agosto 2018) se votó para legalizar el aborto, pero fue rechazado. Diversas organizaciones de mujeres están luchando en sus países para se haga un debate sobre el aborto. ¿Es posible que en Venezuela podamos contar con una ley?

EP: Venezuela es una sociedad profundamente conservadora, en la cual incluso quienes se reconocen como progresistas mantienen y reproducen prácticas y concepciones conservadoras, tradicionalistas y religiosas en lo que refiere a los derechos de las mujeres y la población LGBTI. En el país se continúa legislando desde una moral religiosa lo cual ha impelido que se den esos cambios demandados como la despenalización y legalización del aborto, la aprobación del matrimonio igualitario, el reconocimiento de la identidad de las personas transgénero, entre otras, lo cual además coloca a Venezuela entre los países de la región con menos avances en la materia. Ahora, específicamente en lo que refiere a la solicitud de despenalización y legalización del aborto en el país, este ha formado parte de la agenda de los movimientos de mujeres desde la década de los 70 pero ha sido sistemática y repetidamente ignorada y rechazada; prejuicios, desinterés y falta de voluntad política que se mantiene, por lo cual no veo cercana su aprobación en la actualidad. Además, si bien creo que es imprescindible e impostergable la despenalización y legalización del aborto en Venezuela, es necesario que esta se realice en un contexto de mejora de las condiciones sanitarias en el país, de garantías de acceso masivo a los anticonceptivos, de diseño e implementación de una política de educación sexual y reproductiva efectiva, eficiente, oportuna y permanente; de diseño e implementación de políticas públicas dirigidas a la prevención y reducción del embarazo adolescente, y de garantía de acompañamiento médico, psicológico y social antes, durante y después de la interrupción voluntaria del embarazo.

Racismo y resistencia

AM: ¿Por qué aún existe el racismo? ¿Es imposible separarlo del poder dominante?

EP: El racismo puede definirse como el proceso de diferenciación, inferiorización y exclusión de los sujetos sobre la base de su pertenencia étnica, y nace durante el periodo colonial como un mecanismo de los europeos para justificar y mantener el poder y dominación sobre la población indígena y africana obtenido mediante el ejercicio de la violencia. Pero esta forma de discriminación racial no ha podido erradicarse porque fue naturalizada, internalizada por individuos de distintas clases sociales y origen étnico e incorporado a las prácticas y discursos de la vida cotidiana. En el caso de América Latina esta forma de discriminación se expresa cada vez menos de forma explícita y violenta, se manifiesta de manera casi imperceptible lo que dificulta la intervención social y la sanción legal, por ejemplo: a través del lenguaje, los chistes, refranes, apodos; la evitación en los espacios educativos, laborales y recreativos, la desconfianza, la sospecha y la sobrevigilancia en los espacios públicos, el trato condescendiente, el cuestionamiento, folklorización y ridiculización de la identidad, la invisibilización de las personas racializadas en los medios de comunicación y el bombardeo de estereotipos negativos, entre otros. Esto ha tributado a lo que llamo el aniquilamiento simbólico de la población indígena y afrodescendiente, y por tanto ha impedido la erradicación del racismo.

 

AM: ¿Cuánto ha logrado la resistencia que han hecho las llamadas minorías?

EP: Los grupos sociales inferiorizados, excluidos, vulnerados, estigmatizados y estereotipados como las mujeres, los afrodescendientes, los indígenas y la población LGBTI poseen una historia de lucha y resistencia la cual ha dejado logros invaluables, entre estas conquistas sociales, políticas, económicas y jurídicas para el reconocimiento y garantía de sus derechos individuales y colectivos. Sin embargo, estos logros no son absolutos, generales ni lineales, en algunos países estos colectivos han tenidos mayores logros mientras que en otros permanecen prácticamente en las mismas condiciones de exclusión y vulnerabilidad de hace 5 o 6 décadas, además, estos derechos obtenidos nunca pueden darse totalmente por sentados, deben ser permanentemente monitoreados y defendidos porque son constantemente amenazados. Los cambios impulsados por estos grupos siempre encuentran oposición, la cual no solo intenta impedir que estos cambios se logren, sino que además tratan de revertir los logros y derechos obtenidos, así como, profundizar las desigualdades y formas de discriminación.

La literatura como conocimiento 

AM ¿Cómo la literatura puede visibilizar estos temas?

EP: La literatura en sus diversas manifestaciones y géneros es una tribuna para visibilizar y denunciar las desigualdades sociales y formas de discriminación, para concientizar y sensibilizar sobre ellas, es un medio para formar, para empoderar, para deconstruir prejuicios y estereotipos, para dar voz a los que han sido excluidos e invisibilizados, para construir referentes positivos, pero también para proponer e impulsar procesos de transformación individuales y colectivos.

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