“El recuerdo es la gloria de un poeta”

Efraín Subero

Por Laura Soto

Jesús Subero, pescador de perlas y Agueda Narváez, marinera de las letras, trajeron a las costas de la vida a Efraín José Subero Narváez. Nació el 16 de octubre de 1931 en Pampatar, pueblo de Nueva Esparta. Creció entre las tradiciones del Caribe: peñeros, atardeceres con polos y gaitas, sancochos de pescado y la infaltable Virgen del Valle.

Las lecturas de Agueda impulsaron sus primeros pasos hacia el extenso camino de la literatura. Efraín rememoraba a su madre leyendo novelas del siglo XIX, decía que “sufría al igual que los personajes y vivía sus peripecias”.

En 1950, en Caracas, Subero se gradúa como maestro de educación primaria en la escuela “Miguel Antonio Caro”. Fue un estudiante prodigioso: obtiene el título de Licenciado en Letras de la Universidad Central de Venezuela, y alcanza el Doctorado en la Universidad Católica Andrés Bello con su distinguida tesis La décima popular en Venezuela.

Efraín Subero realizó publicaciones en la Revista Nacional de Cultura entre 1959 y 1993. Fue colaborador en las columnas literarias de los diarios El Universal y El Nacional. Sus estudios contribuyeron significativamente a la literatura venezolana; el discurso sobre La literatura infantil en el mundo hispanoamericano (1977) le abrió las puertas como Individuo de Número a la Academia Venezolana de la Lengua. También publicó el libro infantil Matarile (1968), obras poéticas como Estancias de amor iluminado (1956), entre otros textos y ensayos.

Ángel Félix Gómez, cronista del municipio Marcano de Nueva Esparta, afirmaba que Subero fue el excelso representante de los intelectuales de la isla. Y en cuanto a su arraigo neoespartano, dice que “la isla de Margarita no estuvo presente sólo en sus escritos, sino en toda su vida. A donde iba le decía a la gente con gran orgullo que era margariteño. Cuando llegaba a cualquier ciudad del mundo, lo primero que hacía era buscar si en sus bibliotecas había referencia cultural de Nueva Esparta.”

Subero, además de escritor, fue educador de vocación, sentía su figura perdurable cuando sus estudiantes resaltaban es “un maestro, cuando cumple con su deber, marca a la juventud”.

Su inmensa labor intelectual lo hizo merecedor de galardones como el Premio Nacional de Ensayo “Ramón Díaz Sánchez”, y el Premio Municipal de Literatura de Caracas. Además recibió condecoraciones que gratificaron su labor como educador e investigador.

El 18 de enero de 2007 Efraín Subero zarpó al piélago de la eternidad. Nos legó su inagotable obra y dejó las puertas abiertas al amplio panorama literario, donde siempre será necesario seguir ahondando.

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